La
conocí un viernes en la tarde
Gracias
a unos conocidos en común.
Se
trataba de una mujer que te atrapaba
Desde
el primer instante
Por su
belleza,
Por la
manera en que movía las cejas,
Por las
diminutas pecas que se posaban,
Con celestial
pertinencia
Sobre
su diminuta nariz;
El solo
verla te hacía sentir especial,
Uno de
los poquísimos humanos
Que tienen
oportunidad de estar con ella,
Un hecho
memorable.
Me
senté en la mesa
Tras
haber saludado a todos,
Por cuestiones
del destino
Quedamos
muy separados,
De modo
que no tuve más remedio
Que observarla
desde la lejanía,
Viendo
sonrisas
Que me
eran ajenas,
Descifrando
sus palabras a distancia,
Observando
la manera en que
Agitaba
las manos
Para
darle fuerza a su discurso.
Tenía
un piercing en la nariz
Que le
quedaba bastante bien,
Un collar
dorado con un conejo
Y aretes
muy pequeños;
Hablaba
con propiedad
Sobre
películas en blanco y negro
Que
observaba sola en su casa
Para
pasar las tardes de los martes,
Las
mañanas de los domingos
En que
nadie parece
Estar
del todo vivo.
Parecía
una de esas damas
Que no
son de nadie,
Que se
posan en el escalón de arriba
Y desde
ahí saludan,
Se ríen,
Coquetean,
Pero
nunca bajan,
Nunca
caen
Nunca
dejan el puesto
Que les
fue dado sin motivo aparente,
Un simple
capricho del destino.
Intenté
salir del trance,
Para
reintegrarme al mundo
Pedí
una cerveza y comencé a charlar,
A soltar
palabras sin pensarlas
Más de
la cuenta,
A buscar
en carcajadas ajenas
La salvación
que me quitaba ella,
El
aire que me era arrebatado
Por el
espacio que nos separaba;
Y funcionó
por un momento,
Socializar
no es tan complicado
Cuando
conoces los códigos
Y manejas
cierto ingenio,
Cuando
interpretas los espacios,
Los momentos
de retroceder,
Los momentos
de avanzar,
Los momentos
de darle un sorbo,
Largo
o corto,
A la
cerveza que se calienta
En
la palma de tu mano.
Pero
ella no quería perderse de nada,
Tomó
su asiento y se hizo a mi lado
Antes
de que pudiera reaccionar,
De que
pudiera dejar la botella
O terminar
de contar el chiste;
La
miré como a una intrusa,
Ella
me miró como a un payaso,
Admito
que guardé silencio
Durante
un par de minutos
Porque
me tenía intimidado
Con ese
par de enormes ojos,
Ojos
cafés,
Ojos
sin brillo,
Ojos
promedio,
Ojos
perfectos para ese rostro.
Pensé
que iba a irse si no hacía algo,
Ella
había dado el primer paso,
Un gran
salto,
Si me
lo preguntan;
La responsabilidad
Recaía
sobre mis hombros.
Terminé
la cerveza,
Llamé
al mesero con la mano,
Antes
de que llegara me volteé
Y le
toqué el hombro,
Ella
me miró sin interés,
(De nuevo
esos ojos frente a mí)
Respiré hondo sin hacer ruido;
“¿Quieres
una?”, pregunté;
“No,
gracias”, respondió
Con una
gran sonrisa;
“Anímate,
está fría”, agregué;
“No
tomo”, respondió,
Esta
vez no hubo sonrisa,
Parecía
no tener emoción alguna
En ese
preciso instante.
Llegó
el mesero
Cargando
una pequeña libreta
Y un
lapicero azul oscuro,
Encargué
dos cervezas,
Él las
anotó y se fue,
Ella
me miró de reojo
Antes
de volver a la conversación.
Éramos
siete personas en la mesa,
Cuatro
hombres y tres mujeres,
Todos
estábamos conectados
De alguna
extraña manera
Por la
fuerza de las palabras;
Pero
a mí eso me tenía sin cuidado,
Solo
quería esperar a que el mesero,
Con su
pelo corto y su libreta,
Llegara
para poder hablarle de nuevo;
Tener
otra oportunidad de crear,
Aunque
sea solo en apariencia,
Conexión.
El
mesero me pasó las cervezas,
Ambas
estaban abiertas y frías,
Le pasé
una y ella se rió,
“Te
dije que no”, me dijo;
“Quiero
que te tomes
Una cerveza
conmigo”, le dije;
“¿Cómo
te llamas?, me preguntó;
“Para
este momento
Deberías
saberlo”, le respondí;
Unos
cuantos segundos
De absoluto
silencio
Mirándonos
uno al otro,
Midiéndonos;
Dio
un sorbo a la cerveza
E hizo
un gesto de asco antes de
Reintegrarse
a la conversación grupal.
No hablamos
más,
Yo me
tomé las dos cervezas
En menos
de quince minutos,
Inventé
una excusa y me fui.
Ahora
no me la puedo sacar de la cabeza
Aunque
estoy seguro de que
No hay
manera alguna
De que
podamos estar juntos;
Ni siquiera
nos imagino caminando juntos,
Mucho
menos hablando por teléfono.
Pero
no desaparece,
Creo
que me debí haber despedido
De una
mejor manera,
Evitando
la sinceridad,
Diciéndole
que yo
Tampoco
tengo idea de cómo se llama,
De quién
es la persona
Que no
me deja vivir tranquilo.
Por:
Juan José Cadena D.
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