jueves, 15 de enero de 2015

Un saludo amistoso

La conocí un viernes en la tarde
Gracias a unos conocidos en común.
Se trataba de una mujer que te atrapaba
Desde el primer instante
Por su belleza,
Por la manera en que movía las cejas,
Por las diminutas pecas que se posaban,
Con celestial pertinencia
Sobre su diminuta nariz;
El solo verla te hacía sentir especial,
Uno de los poquísimos humanos
Que tienen oportunidad de estar con ella,
Un hecho memorable.
Me senté en la mesa
Tras haber saludado a todos,
Por cuestiones del destino
Quedamos muy separados,
De modo que no tuve más remedio
Que observarla desde la lejanía,
Viendo sonrisas
Que me eran ajenas,
Descifrando sus palabras a distancia,
Observando la manera en que
Agitaba las manos
Para darle fuerza a su discurso.
Tenía un piercing en la nariz
Que le quedaba bastante bien,
Un collar dorado con un conejo
Y aretes muy pequeños;
Hablaba con propiedad
Sobre películas en blanco y negro
Que observaba sola en su casa
Para pasar las tardes de los martes,
Las mañanas de los domingos
En que nadie parece
Estar del todo vivo.
Parecía una de esas damas
Que no son de nadie,
Que se posan en el escalón de arriba
Y desde ahí saludan,
Se ríen,
Coquetean,
Pero nunca bajan,
Nunca caen
Nunca dejan el puesto
Que les fue dado sin motivo aparente,
Un simple capricho del destino.

Intenté salir del trance,
Para reintegrarme al mundo
Pedí una cerveza y comencé a charlar,
A soltar palabras sin pensarlas
Más de la cuenta,
A buscar en carcajadas ajenas
La salvación que me quitaba ella,
El aire que me era arrebatado
Por el espacio que nos separaba;
Y funcionó por un momento,
Socializar no es tan complicado
Cuando conoces los códigos
Y manejas cierto ingenio,
Cuando interpretas los espacios,
Los momentos de retroceder,
Los momentos de avanzar,
Los momentos de darle un sorbo,
Largo o corto,
A la cerveza que se calienta
En la palma de tu mano.
Pero ella no quería perderse de nada,
Tomó su asiento y se hizo a mi lado
Antes de que pudiera reaccionar,
De que pudiera dejar la botella
O terminar de contar el chiste;
La miré como a una intrusa,
Ella me miró como a un payaso,
Admito que guardé silencio
Durante un par de minutos
Porque me tenía intimidado
Con ese par de enormes ojos,
Ojos cafés,
Ojos sin brillo,
Ojos promedio,
Ojos perfectos para ese rostro.

Pensé que iba a irse si no hacía algo,
Ella había dado el primer paso,
Un gran salto,
Si me lo preguntan;
La responsabilidad
Recaía sobre mis hombros.
Terminé la cerveza,
Llamé al mesero con la mano,
Antes de que llegara me volteé
Y le toqué el hombro,
Ella me miró sin interés,
(De nuevo esos ojos frente a mí)
 Respiré hondo sin hacer ruido;
“¿Quieres una?”, pregunté;
“No, gracias”, respondió
Con una gran sonrisa;
“Anímate, está fría”, agregué;
“No tomo”, respondió,
Esta vez no hubo sonrisa,
Parecía no tener emoción alguna
En ese preciso instante.
Llegó el mesero
Cargando una pequeña libreta
Y un lapicero azul oscuro,
Encargué dos cervezas,
Él las anotó y se fue,
Ella me miró de reojo
Antes de volver a la conversación.

Éramos siete personas en la mesa,
Cuatro hombres y tres mujeres,
Todos estábamos conectados
De alguna extraña manera
Por la fuerza de las palabras;
Pero a mí eso me tenía sin cuidado,
Solo quería esperar a que el mesero,
Con su pelo corto y su libreta,
Llegara para poder hablarle de nuevo;
Tener otra oportunidad  de crear,
Aunque sea solo en apariencia,
Conexión.
El mesero me pasó las cervezas,
Ambas estaban abiertas y frías,
Le pasé una y ella se rió,
“Te dije que no”, me dijo;
“Quiero que te tomes
Una cerveza conmigo”, le dije;
“¿Cómo te llamas?, me preguntó;
“Para este momento
Deberías saberlo”, le respondí;
Unos cuantos segundos
De absoluto silencio
Mirándonos uno al otro,
Midiéndonos;
Dio un sorbo a la cerveza
E hizo un gesto de asco antes de
Reintegrarse a la conversación grupal.
No hablamos más,
Yo me tomé las dos cervezas
En menos de quince minutos,
Inventé una excusa y me fui.

Ahora no me la puedo sacar de la cabeza
Aunque estoy seguro de que
No hay manera alguna
De que podamos estar juntos;
Ni siquiera nos imagino caminando juntos,
Mucho menos hablando por teléfono.
Pero no desaparece,
Creo que me debí haber despedido
De una mejor manera,
Evitando la sinceridad,
Diciéndole que yo
Tampoco tengo idea de cómo se llama,
De quién es la persona
Que no me deja vivir tranquilo.


Por: Juan José Cadena D.

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