domingo, 26 de octubre de 2014

No hablemos

Quedémonos en silencio.
Quiero huir sin motivo aparente
De aquellas voces que me son ajenas,
De las huellas que dejan mis pasos,
De horas, de ideas, de movimientos.
Quiero observarte desde lejos
Para leer la corriente de tus manos,
Para llenar de aire sueños inexistentes
Y salir corriendo una vez más;
Entre sórdidas imágenes que me asfixian.
Quiero escuchar por última vez
El vaivén inundado de los instintos
Que siempre se oculta con letargo
De la insensibilidad máxima
Que se cuela entre mis ojos,
Del arroyo que dignifica con soltura
La infinidad utópica de los momentos,
La árida mortalidad de sueños inconclusos,
El rústico lenguaje del olvido.

No hablemos, por favor.
Observemos, toquemos, seamos.
Hagamos lo que sea sin mover los labios;
Juguemos sin el burdo telón de las palabras
Que se envuelven en un sinsentido alegre,
En un remordimiento absurdo que ahoga
Mientras llueven pensamientos inocentes
Que bailan al compás de recuerdos vagos;
Merodean, escarban, se reconstruyen
Desde el bullicio de una mirada encendida
Por equívocos deseos de libertad.
Juguemos a ser bocetos abandonados,
Sombras inconclusas en un escenario
Tan intangible y a la vez tan existente,
Recuadros olvidados en el fondo del cajón.
Desconozcamos la esencia de la sangre
Para caer sin contratiempos ni dolor,
La cólera será nuestro mejor aliado,
La putrefacción inexorable nos cantará
Y nos quedaremos dormidos en la calle;
Pero no hables más porque estoy cansado,
No hables más porque cambias el mundo,
Porque lo alteras con apreciaciones,
Porque destruyes su innata perfección,
Esa simpleza de carácter rutinario
Que parecemos respirar todos los días.

Y solo quedan ruinas y murmullos
De frases con un sentido único,
Expresiones mal entrelazadas
Denotan la artificial impotencia
En la que nos desenvolvemos.
Guardemos aire para más tarde,
No salgamos de nuestro escondite,
Dediquémonos a las tentaciones,
Al sobrenatural declive de la fe
Combinado con exhalaciones de odio.
Quedémonos estáticos un segundo
Para hacer evidente la sed de eternidad
Que resbala por nuestros pómulos,
Démosle un lugar a la repugnancia,
Despeinemos nuestro presente.

Y que todo sea frío,
Que nos miremos,
Que caigamos,
Que lloremos;
Pero en silencio,
Por favor;
No hablemos.

Por: Juan José Cadena D.