Quedémonos
en silencio.
Quiero
huir sin motivo aparente
De aquellas
voces que me son ajenas,
De
las huellas que dejan mis pasos,
De
horas, de ideas, de movimientos.
Quiero
observarte desde lejos
Para
leer la corriente de tus manos,
Para
llenar de aire sueños inexistentes
Y
salir corriendo una vez más;
Entre
sórdidas imágenes que me asfixian.
Quiero
escuchar por última vez
El vaivén
inundado de los instintos
Que siempre
se oculta con letargo
De la
insensibilidad máxima
Que se
cuela entre mis ojos,
Del arroyo
que dignifica con soltura
La infinidad
utópica de los momentos,
La árida
mortalidad de sueños inconclusos,
El
rústico lenguaje del olvido.
No
hablemos, por favor.
Observemos,
toquemos, seamos.
Hagamos
lo que sea sin mover los labios;
Juguemos
sin el burdo telón de las palabras
Que se
envuelven en un sinsentido alegre,
En un
remordimiento absurdo que ahoga
Mientras
llueven pensamientos inocentes
Que bailan
al compás de recuerdos vagos;
Merodean,
escarban, se reconstruyen
Desde
el bullicio de una mirada encendida
Por equívocos
deseos de libertad.
Juguemos
a ser bocetos abandonados,
Sombras
inconclusas en un escenario
Tan intangible
y a la vez tan existente,
Recuadros
olvidados en el fondo del cajón.
Desconozcamos
la esencia de la sangre
Para
caer sin contratiempos ni dolor,
La cólera
será nuestro mejor aliado,
La putrefacción
inexorable nos cantará
Y nos
quedaremos dormidos en la calle;
Pero
no hables más porque estoy cansado,
No hables
más porque cambias el mundo,
Porque
lo alteras con apreciaciones,
Porque
destruyes su innata perfección,
Esa
simpleza de carácter rutinario
Que parecemos
respirar todos los días.
Y
solo quedan ruinas y murmullos
De frases
con un sentido único,
Expresiones
mal entrelazadas
Denotan
la artificial impotencia
En la
que nos desenvolvemos.
Guardemos
aire para más tarde,
No salgamos
de nuestro escondite,
Dediquémonos
a las tentaciones,
Al sobrenatural
declive de la fe
Combinado
con exhalaciones de odio.
Quedémonos
estáticos un segundo
Para
hacer evidente la sed de eternidad
Que resbala
por nuestros pómulos,
Démosle
un lugar a la repugnancia,
Despeinemos
nuestro presente.
Y
que todo sea frío,
Que
nos miremos,
Que
caigamos,
Que
lloremos;
Pero
en silencio,
Por favor;
No hablemos.
Por:
Juan José Cadena D.