viernes, 9 de enero de 2015

Sin hambre



No me gustó la manera en que nos conocimos,
No nos dieron la oportunidad de presentarnos,
No hubo juego de miradas
Ni preámbulo.
Aparecimos como un rayo frente al otro,
“Hola, este soy yo, ¿tú quién eres?”;
“Hola, esta soy yo, gusto en conocerte”;
La magia se extinguió,
Ni siquiera sabía tu nombre,
Ya tenía tu número,
Tú ya tenías el mío.

Creo que no recuerdo
Ni una sola de nuestras conversaciones,
Ninguna frase,
Ninguna respuesta fuera de lo común.
Éramos un par de seres ordinarios
Que luchan por una causa perdida,
Escribir la primera historia de amor
Tan ordinaria como nosotros mismos;
Por eso todo funcionó,
Porque en verdad no nos queríamos,
Porque solo buscábamos andar juntos
Daba lo mismo en dónde,
Con quién,
Bajo que iluminación.
Me dijiste tu canción favorita,
A lo que yo quise escucharla,
No me pareció especial;
Te quedaste dormida en mi sofá,
Despeinada, con mal aliento,
Pasaban mi película favorita,
No quise decirte nada.

Cuando llovía te abrazaba,
A veces era muy cómodo
Sentir tu respiración en mi pecho,
Una especie de instrumento de poder,
Otra manera de ver el mundo;
Pero siempre te despertabas
Esperando que habláramos
Como si a tu edad
Aún no entendieras
Que no se puede hablar
Todo el tiempo,
Aunque siempre resulte tentador
Pronunciar una palabra,
Romper el silencio
Con el nebuloso seseo de tus pensamientos;
¿Por qué nos creemos mejores que la nada,
Más importantes que el silencio?
¿Por qué te gustaba tanto conversar
Sobre personas que no conozco,
Que solo he visto un par de veces
Y cuya existencia me es indiferente?
Yo también traía a colación datos irrelevantes,
Personas muertas,
Dudas existenciales,
Ideas sueltas que alguien dijo
Y quedaron rondando en mi cabeza;
No sé por qué,
Tenía ganas de llegar hasta el final,
De ver quién estaba más aburrido,
Quién era el más incauto
Al destrozar las escaleras celestiales,
Pulidas con especial templanza,
Por el otro.
Me gustaba hablar de ti,
Sobre ti,
De lo que ocurría alrededor de ti,
De lo que te interesaba,
De tus sueños,
De tus ambiguas creaciones
En las que, sin quererlo,
Te perdías.
No me gustaba hablar contigo
Aunque eso significara,
De cierto modo,
Saber más sobre ti;
No me gustaba hablar contigo.

Un día que no nos vimos
Resultó más especial que una velada
Sumidos en el cuerpo del otro;
La frase maestra que destrozo
Una novela fantasiosa
Y nunca nos quisimos decir
Un poco por orgullo,
Un poco por ganas de ser libres;
No hay mayor libertad que el estar
Junto a alguien
Que, para bien o para mal,
No se ama,
Pues las ataduras se limitan a la carne,
A la mínima expresión de lo que somos.
Por eso yo seguía hablando con otros,
Con personas que sí me interesaban
Y que, de vez en cuando,
Decían algo interesante,
No sobre personas conocidas
Ni sobre su forma de ver el mundo,
Sobre terceros que nuca había visto,
Solo que eran terceros con historias,
Personajes escondidos
Bajo una armadura de piel
A la espera de ser descubiertos,
De obtener su merecido lugar
En la eternidad.

Ese día no fue especial ni memorable,
Tal vez hubo alguna señal
De la que no nos percatamos
Cuando, como siempre,
Nos despedimos.
Es extraño recordar las últimas palabras
Cuando, en realidad, no existieron,
Cuando fueron una serie de repeticiones.
Ahora me doy cuenta de que existes
Incluso en medio de la nada
Y de que sí eres inmortal
A través del mundo onírico
En el que te escabulles
Cada cierto tiempo
Con esa malicia que te caracteriza;
Pero solo ahora eres así,
Antes no lograbas
Existir del todo,
Te la pasabas escarbando entre extraños
Por un poco de vitalidad.
¿Acaso el tiempo te dio
Respuestas a las preguntas
Que le hice yo?
Ni siquiera la inmortalidad es para siempre,
No te emociones tanto.

Por: Juan José Cadena D.

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