La
brisa que atraviesa la ventana y se queda atascada en algún adorno de
importancia nula, los rayos de sol casi palpables que se deslizan con delicadeza
extrema sobre ese par de hombros un poco desequilibrados. Plena luz solar,
espectacular, sabor a naranja dulce recién levantado. Tras unos minutos solo
quedan recuerdos que se esconden en la memoria, tratando de perderse en un
laberinto en forma de espiral, sin darse cuenta que están condenados a dar
vueltas y vueltas por el resto de la eternidad. La eternidad humana siempre ha
sido un poco divertida, es como jugar con una pelota y hacerla rebotar muy
alto, y cuando alzas la cabeza te encuentras con un encandilamiento feroz que
arrolla tus sentidos. La pelota no está, de seguro es porque nunca existió.
Mientras los pasos se pierden en la lluvia vuelve una imagen, luego dos, no,
mejor que no sean tres, eso sería exagerar un poco. ¿Pero que sería de la vida
sin las banalidades? Vale, que sean tres y una no muy clara, pero cuidado. No
importa, al final haré de cuenta que se perdió en medio del camino, que fue ese
relámpago que nunca se convirtió en trueno. Todo blanco y ella corriendo en
zigzag, me recuerda una especie de pájaro de la que he escuchado un par de
referencias, no recuerdo el nombre porque no me pareció relevante hasta ahora,
mierda, ¿Cómo se llamara ese emplumado animal de huesos huecos?, ya no importa,
es en el momento adecuado o nunca. La oscuridad que se va filtrando por entre
los poros de mi piel, es un poco deliciosa y un poco malévola, me atrae y no lo
negaré aunque sea lo políticamente correcto. Todo se juega al mismo tiempo,
esto es muy confuso, ¿estás o no estás? Defínete de una vez. Mejor no, déjame
con la duda y quítate la ropa, creo que será mucho más conmovedor que
escucharte horas y horas hablar de la misma basura de siempre. Entiende de una
vez por todas que eres una escalera sin final, una sobredosis de emociones
clandestinas, un premio que se convirtió en castigo. No me toques si no
pretendes arañarme, bestia deliciosa, hoy hueles a eso que siempre hace falta,
a eso que dicen los libros que huele el otoño y el jazmín, hueles a delicadeza
y maldad, a tigre, a tierra húmeda tras la lluvia, a infinito. ¿Otra vez con
eso de lo infinito? No entiendo que pasa, siempre es lo mismo. ¿Otra vez
siempre? Mejor me quedo en silencio, el que no tiene nada bueno que decir que se
quede callado, y el que no tiene razón para vivir que se meta un tiro. Tú eres eso que se escapa de las palabras, ese
sabor exquisito que en el papel se ve como un elemento más de la vida, cambias
perspectivas, cambias ideas, cambias intenciones. El agua fluye bajo mis
piernas que se van dilatando, disolviendo, embelleciendo. ¿Por qué? No importa,
no preguntes tanto que vas a terminar quedándote aplastado contra el tiempo.
Pero no pasa nada, a fin de cuentas es solo la brisa que acaricia mi rostro humedecido,
un suspiro, la calma, aquí no ha pasado nada.
Por:
Juan José Cadena D.