martes, 9 de julio de 2013

Humo y Olvido

Comienzos rastreros que se alejan
Hablando de inocencias perdidas,
Un par de reliquias en la mesa
Dando de que hablar.
Que todos andamos perdidos
Entre nubes y mareas extranjeras,
Que estamos encadenados
Sin siquiera darnos cuenta.
Dicen que no existe nadie
Que pueda esconderse de sí mismo,
Pero dicen muchas cosas
Que ni siquiera tienen sentido.

Ando balbuceando desnudo
Entre pergaminos rotos y olvidados,
Descuidando el sueño que he tenido
Por estar anclado a las tinieblas.
Rondamos torres milenarias
Encarceladas en lágrimas ajenas,
Nos perdimos una vez más
En realidades que no nos convenían.
Se puede decir que no comprenden
Tantos destellos interdimensionales,
Que llueven malas intenciones
De locaciones muy remotas.

Suaves remansos que se entrelazan
Con susurros prohibidos,
Una caída aparatosa disuelta
En los rincones perdidos del alma.
Voy saltando entre agujas
Envenenadas por pasos animales,
Agachado ante la impetuosa imagen
Del hace ya tiempo fallecido.
Respiraciones agitadas
A la par del corazón,
Miradas incandescentes
Perdidas en el tiempo.

Luz al final del túnel,
Acá te estoy esperando.
Encuentro palabras oxidadas
Envueltas en iras pasajeras,
Realidades infernales
Por supuesto inexistentes.
Canciones y pecados,
Besos y torbellinos,
Humo y olvido

Por: Juan José Cadena D.
  







lunes, 1 de julio de 2013

Inexistencia

Puedo jurar que estaba lloviendo. Puedo jurar que en el ambiente se sentía ese extraño olor a muchedumbre que no tiene la menor idea de lo que está haciendo pero sigue dándole vueltas a los mismos asuntos por simples formalidades. Ahí todo era transitorio, un simple papeleo que se archiva en el rincón más recóndito de la memoria, todos listos para ser sepultados bajo una serie inexplicable de vacilaciones para después ser incendiados sin razón aparente. Pero no hay problema, todos los aceptaban así, estoy seguro que no cabía ni una pisca miserable de humanidad en medio de esos entes revueltos y a la vez dispersos por quién sabe cuantas dimensiones paralelas. Yo me encontraba lejos del mundo ante la cómoda, y al mismo tiempo hipócrita, visión de recuerdos inexistentes, sostenido por una pluma barata que se tambaleaba con cada tic-tac del reloj. Click, tic-tac, pum. Al suelo y todo queda negro para después ser consumido por la indescriptible neblina de la realidad.

No sé, para mí seguía lloviendo y no tenía ganas de saludar. La verdad no tenía ganas de nada, excepto tal vez dedicarme a examinar minuciosamente reacciones ajenas, una clase teórica y práctica de la que no se saca provecho alguno. Demasiado tiempo libre es igual a un estado mental un poco diferente, a metas mentirosas que te trazas, a carreras un poco inútiles contra la misma inutilidad, a quedarse a la espera de un cruce con la realidad. Yo estaba aislado y un poco perdido, aguantando el inclemente y fatídico tedio en medio de personas que se dejan llevar por sus instintos preventivos y barreras psicológicas. Pero no pasaba nada, rayos, todo estaba estático, truenos, con el mismo olor  a putrefacción cocinándose por todas partes, tic-tac.

Puedo asegurar que no fue la primera vez, siempre cuando andas medio muerto llega un rayo de esperanza o sucumbes a la perdición. No puedes andar vagando entre dos mundos porque terminas siendo de ninguno de los dos, yo estaba un poco aquí y un poco allá, entre las estrellas y un amanecer, y admito que no encontraba motivos para seguir gestionando misiones absurdas. Apareció, eso creo, simplemente no quiero gastar tantas líneas, digamos que se materializó desde adentro, desde la pureza infinita hasta las curvas peligrosas que resbalan con ese color alegre y un poco pasional. Juro que olía a olvido y aventura, a esa extraña mezcla entre la nada y una sonrisa desinteresada. Tic-tac, todo perfecto, tic-tac, no tenía razones para andarme convenciendo de inutilidades, tic, por fin algo de paz, tac, se le pudo haber llamado alegría, tic-tac, se fue y no volverá, tic, nada dura para siempre, tac. Todo negro y de nuevo a vagar por ese océano tormentoso de necedades ajenas.

Yo ya no estaba, ya no quería ser un pilar de sobra en aquella construcción mal diseñada y ejecutada por un pésimo grupo de trabajadores y no tenía ganas de mojarme. Pero llovía a cantaros, más que nunca, puedo jurar que te empapabas con solo escucharla. Yo estaba tirado en mi esquina con la vista fija en el bombillo apagado. ¿Será posible que llueva todos los días?, tic-tac, la verdad ese era uno de esos días en los que la verdad no tenía importancia. Yo solo sabía que estaba cansado de cargar un alma en pena que ni siquiera era mía, de andar arrastrando las cadenas moribundas de un pasado tormentoso pero no malintencionado, quería correr y dejarme llevar. Vi junto a mi pie un pequeño riachuelo que nacía y no se me ocurrió mejor idea que dejarme llevar por él. Hasta la próxima, buena suerte, nunca cambien. Ahora sí tengo un camino, un camino que de seguro no lleva a ninguna parte, pero al menos puedo recostarme boca arriba y descansar con la certeza de que no estoy tan estático e inamovible como la realidad sin sentido que suele rodearme.

Dese aquí, desde la extraña inexistencia, no hago más que reclamar a gritos un pequeño empujón del destino, una playa donde todo tenga un poco de sentido. Pero no, olvídenlo, lo que en verdad quiero es sentirme de nuevo como me sentí aquel día, tic, que lástima ser un trámite más, un chasquido de dedos, una muerte sin importancia, una promesa de olvido, tac.


Por: Juan José Cadena D.