Se sintió perdido por un momento, ahogándose poco a poco en millones de
lagunas muy pequeñas que se posaban bajo sus pies. El mundo empezó a sucumbir
ante las tinieblas, las cuales sin apurarse daban pasos firmes sobre la
realidad. Uno a uno, paso a paso, y siempre en orden. Así marchaban sus
pensamientos, que como siempre estaban bien estructurados. Si bien los vidrios
rotos inundaron su garganta, causándole un dolor indescriptible, nunca pensó en
limpiarlos, los aceptó con la misma frialdad de siempre. En un instante de
conciencia captó tantas imágenes como pudo, reorganizándolas al derecho y al revés
hasta perder la noción del tiempo y el espacio, dejando todo situado en el mismo
vacio de antes. La imaginación rodó a diestra y siniestra, mientras cada una de
las puertas se abrían para el baile, a veces sin sentido, de millones de
secuencias ciertamente parecidas. Todas iban y venían, sobreponiéndose las unas
a las otras sin orden alguno, en un vaivén frenético que se precipitaba hacia
un estallido, la misma explosión maldita que tanto conocía. Sintió ser una
nube, pasiva y alargada, que juega a ver figuras en la tierra, hallando miles
de formitas extrañas que nunca dejan de moverse. Sintió como la lluvia se le
escapaba de las manos con delicadeza, aun cerrándolas con cada fibra palpitante
de su cuerpo. Y cayó la luz eléctrica atravesando su cráneo, partiendo en dos su
propio universo, dejándolo desnudo frente a un espejo mentiroso y subjetivo.
Con su mano apoyada en el reflejo de su rostro, por fin entendió que no tenía
porque entender, acariciando sus cejas y dibujando en un papel imaginario cada
uno de sus rasgos. Le hubiera gustado sonreír, aunque fuera por un segundo, dejándose
seducir por tantas luces de colores que lo rodeaban, pero sabía que mentirse es
acción de cobardes. Se lavó el rostro en el rio que caía, caía y nada más,
llenando de ruido la oscuridad con sus golpes fríos a las rocas sin alma. Y
prestando mucha atención al sinfín de gotas que se escapaban de su cuerpo para
saltar a las profundidades, decidió quebrantar un poco sus planes a corto
plazo.
Cuando abrió los ojos se encontró con la misma velocidad de siempre,
como si no se hubiera perdido un solo segundo del mundo que nunca deja de
girar. Abrió la boca y tomó tanto aire como sus pulmones lo permitieron, dándose
cuenta de como ese par de bolsas rosadas se expandían en su pecho. Pero no
salió nada, todos los altibajos musicales fueron retenidos por una fuerza
demoniaca, la cual de forma muy burlona lo señalaba desde el suelo pegajoso. Bajó
la mirada y trató de encontrar un porqué lógico, pero ninguno de sus cálculos tuvo
resultado positivo. Antes de que llegara la ola gigantesca, dio media vuelta y empezó
a caminar en silencio. Paso a paso fue recordando, siempre con la vista fija en
sus pies que andaban apurados por llegar a ninguna parte. Sonrió aun en medio
de su soledad al darse cuenta que su vida, muy en el fondo, tenía un sentido
hace ya algún tiempo.
Por: Juan José Cadena D.