Estábamos
sin preocupación alguna
Entendiendo
que a la vida,
De vez
en cuando,
Le
gusta dejarnos solos,
Recostados
en una nube
Para
ver nuestro comportamiento,
Darnos
un respiro con sabor a menta
Que ha
sido pagado hace tiempo
Por el
incesante proceso de nacer,
De rehacerse
en medio de la jungla,
Del hostil
recuerdo de aquella mañana
En la
que no fuiste capaz de llorar.
Ella
hacía movimientos lentos,
Delicadeza
absoluta
Disfrazada
en palabras tenues,
Rumores
de un salto al vacío
Construidos
por obreros torpes
En
los que la pereza asoma
Una o
dos veces por semana,
Por aldeanos
inocentes
Intentando
huir de la rutina,
De
aquel volcán en erupción
Dibujado
en los arreboles del paisaje.
Tenía
una postura laxa
Reflejada
en los serenos tonos
De su
vestimenta,
Una
vestimenta descomplicada
Que resaltaba
su belleza natural;
Es una
de esas personas que deambulan
A
sabiendas de que todo se proyecta,
De que
el cabello arremolinado
No tiene
tanta importancia
Porque
nadie lo notará,
O lo
notará para hacer alguna broma
Que no
tenga mayor importancia;
Una de
esas personas que callan
A sabiendas
de que hay momentos
En los
que hay que escuchar el viento,
El salpicar
del agua,
El murmullo
de terceros
Que intentan
generar sentido
Desde
alguna idea o algún objeto;
No,
no es una persona parca,
Es tan
solo un garabato alegre
Delineado
por mano propia
Que comprendió
desde muy joven
Que no
hay un camino fijo,
Que la
belleza suele recaer
En una
mirada distraída
Resbalando
sobre una sonrisa,
Que el
infinito es un par de horas
En las
que no pasa nada extraño,
En las
que todo fluye con tranquilidad
Y parece
existir música de fondo,
Un tintineo
esporádico,
Un merodeo
instintivo
Revoloteando
sobre nuestros cuerpos
Traducido
en un movimiento fijo,
Ir y
venir mientras se escucha,
Mientras
nos miramos,
Mientras
existimos
A través de pensamientos ajenos
Solo
para entender
Que la
muerte no puede tomarnos,
Que su
transitar no es irrelevante
Porque
la hemos mirado a los ojos,
Porque
hemos creado un instante
En el
que podemos ocultarnos,
Por tratarse
de nosotros mismos,
En el
inmensurable lago de la existencia
Que aún
nos juega un par de trucos,
Que nos
obliga a seguir adelante
Tras
haber desquebrajado
Las leyes
naturales,
Los impulsos
racionales,
El universo
que se posa,
Desde
el principio de los tiempos,
En un
punto fijo.
Nos
dedicamos a edificar,
A concebir
acciones foráneas
Que no
nos resultaron impropias,
A juguetear
entre afonías,
Entre
brincos repentinos
Vestidos
de ayudantes invisibles,
Comprendiendo
que las palabras
No son
lo único que comunica,
Que las
manos hablan
Un lenguaje
propio,
Uno
un poco más honesto,
Más puro;
Conexión,
Estar
en el lugar correcto
Dando
por sentado que
Siempre
es el momento exacto
Que no
hay por qué forzar las letras,
Que es
mejor respirar con calma,
Sintiendo
el mundo inundarte
Bajo
aquella maquinaria
De creación
y presente
Que te
reconcilia con el mundo,
Con
tus dolores de espalda,
Con el
frío a medianoche,
Con
el tener que recorrer
Una larga
distancia
Para
poder saciar tu sed.
Así
pasa el tiempo,
Melancólico
por no quedarse quieto,
Organizado
en un lugar exacto
Al
que puedan llegar visitas
Cuando
menos las esperas,
Alabado
por seres mordaces
Menguados
por la lluvia
Irregular
que les tocó vivir;
La
locura de querer quedarse inmóvil,
Anclarse
a esa sonrisa, a esos ojos.
Por:
Juan José Cadena D.