jueves, 28 de febrero de 2013

La Belleza de la Vida


Observo, respiro… sigo respirando mientras caminas en silencio. Lejos, luego un poco nada más, al rato tan cerca que siento sus partículas entrar en mis cavidades nasales, huele un poco a calle a las dos de la mañana con muertos deambulando a ambos lados del camino. Líneas verdes y rojas que se entrelazan, vacio total, intento de sabiduría que no llega a ser más que ráfagas de viento. Las ondas nos golpean, no soy yo, somos todos sintiendo una serie de patadas que nos obligan a arrastrarnos y suplicar un poco de piedad. Arriba, siga, sigo, seguimos, nadie se puede quedar atrás porque atrás no queda más que el tiempo, y si el tiempo no existe los muertos tampoco. Fuerza de tu parte, mascara, mentira y engaño, una serie de claroscuros que se desnudan sobre tu cabellera derritiendo esa sonrisa hipócrita que tanto te caracteriza, típico. Guerreros que no se mueven pero igual ganan, agrícolas que malgastaron sus manos en un par de tiros sin blanco fijo, acentos imitados por excelentes participantes, todos siempre terminan aplaudiendo aunque no sea merecido. Bulla, demasiada bulla desfilando por las vigas de madera, por los ventanales desajustados y el suelo que se extiende hasta el infinito. Estrella fugaz que apaga todo y no deja más que una habitación llena de cantos silenciosos, rabia y putrefacción. Luego todo desaparece en medio de las nubes terrestres, todo se vuelve un poco realidad, un poco palpable y un poco eterno, pero claro que no, claro que todo sigue siendo tan innecesario como siempre. Contraste de temperaturas con los pies flotando, te ves un poco borrosa, indefinida, un boceto que parece tener futuro pero quién sabe, mejor no me meto en esos cuentos y sigo estallando las palpitaciones para distraer mi mente. El desconcierto que suele llenar el espacio de tiempo y el tiempo de espacio, el hambre de sentir y decirlo, el sueño de poder dormir tranquilo y aliviado, todo junto y al mismo tiempo quebrantado, como un rompecabezas, como la vida ajena, como todo y como nada. Círculo, observo, respiro… sigo respirando mientras tu figura se arrastra llena de vacilaciones, luego caes en un abismo dando vueltas y vueltas, jugando a que el suelo y espacio terminan siendo lo mismo si giras con suficiente velocidad, te detienes, te ríes y te vuelves a caer para decir que no sabías lo que pasaría. El reloj da vueltas, no te mueves pero tus labios sí, a lo mejor  ya no me importa, o al menos eso creo, la verdad ni siquiera creo creer que entiendo mis creencias porque me parecen complicadas, entonces mejor hago al que no le importa y sigo respirando, respirando y observando, observándote. Al final ya no importas, solo eres un milisegundo que se transporta en el universo, una sumatoria de fracasos y de sueños quebrantados por la realidad. Rio, ríes, salto, salto, salto y saltas, saltamos… todos terminamos muriendo de una manera o la otra.


Por: Juan José Cadena D.

domingo, 10 de febrero de 2013

Un Poco de Nada



¿Dónde estás?
A veces creo que no quieres nada,
Ni siquiera que te encuentre,
Pero sigues ahí estática,
Hueles un poco a madrugada,
Húmeda, entorpecida, hermosa.
¿Eres tú?
A veces creo que nadie lo sabe,
Ni siquiera tú misma,
Pero sigues ahí desnuda,
Sabes un poco a media noche,
Helada, trastornada, brillante.
¿Por qué?
A veces creo que no hay motivo,
Ni siquiera las palabras,
Pero sigues ahí acostada,
Tu piel es un poco la muerte,
Locura, tempestad, perfección.

Por: Juan José Cadena D.



Nada Nuevo


No sé muy bien por qué sigo hablando, es uno de eso días en que los pensamientos se transforman irremediablemente en palabras y no hay papel y lápiz que den a vasto. De seguro todo guarda algún sentido, pero para serles sincero no me interesa en lo más mínimo siquiera pensarlo. Para mí las palabras no son más que palabras si no quiero que sean nada más.  Si hablamos de lo habitual les puedo decir que son apenas un poco más que nada, pero hoy son simples silabas que se distorsionan y caen en picada sobre una nube blanca que las absorbe. De seguro solo me mira para mantener su vista fija y evitar distracciones, yo no sé, sigo hablando y hablando esperando que nadie intente escucharme, que hagan lo que solemos hacer todos cuando entablamos una conversación, esperar con paciencia nuestro turno de expresarnos. Nunca pude llegar a un acuerdo por simple terquedad, y la verdad no me pesa, es más bien un orgullo reírse de tus propios errores, sabiendo que estás condenado a repetirlos una y otra vez hasta que todo se vaya. Los cambios suelen estar entrelazados con un poco de nostalgia y ganas de volver atrás, de repetir, de seguir en el equilibrio putrefacto en el que te encontrabas. A veces me escapo por simple rebeldía de mis sueños y mis sentidos, me quedo sentado, viendo mi cuerpo desde la comodidad de un palacio de cristal que nadie aguanta, todos no hacen más que criticar, y la respuesta suele tener algo que ver con la palabra “envidia”, típica discusión de gente que no tiene nada mejor que hacer que quedarse viendo los unos a los otros para compararse. Hoy todo se ve tranquilo aunque las olas golpeen sin misericordia las entrañas de la humanidad, todos nos vemos alegres mientras un barco invisible nos aplasta contra el suelo gritándonos que somos mortales. Siempre termina siendo el mismo ciclo, todo acaba y todo termina, si nada terminara no habría razón alguna para que los nacimientos existieran, y casi nadie entiende que todo fue diseñado para que nos sintamos poderosos en medio de penumbras que nos superan en fuerza y altura. Logré escaparme un solo minuto que pareció durar un par de años, relajación fingida en un rostro que se ve moldeado por la demencia, no vayan a preguntar por qué, es lo único que les pido en este momento. Que me fui y me quede al mismo tiempo, que el sol me estalló en la cara y me desfiguró un poco más, dejándome frente a un espejo subjetivo que sube y baja. No quiero hablar pero mis labios se mueven, allá al fondo se ve un rayo dorado que se despide sin haber saludado nunca, pasa más a menudo de lo que puedan llegar a imaginarse. Pero ya me cansé de todo, un beso y dos mundos que se quebrantan, es probable que esto dure para siempre, irreconciliable. Por ahora solo estoy en condiciones de sentarme y pensar, haciendo un esfuerzo enorme por acarrear mis males en silencio. Todo se apagó y no me queda más que sonreír de nuevo y decirles a todos cuanto los quiero con la mano derecha sobre el corazón.


Por: Juan José Cadena D.