lunes, 13 de mayo de 2013

Desde Aquí


Cuando las palabras se acaban y no quedan más que ganas de hablar regadas en la mesa, justo en ese momento inexpresable en cuestión de horas y minutos, todo se vuelve extrañamente vital. Desde la lejanía los movimientos suelen tener esa armonía solo imaginable por un grupo de jóvenes idiotas, pero aquí, en primerísimo primer plano, sueles encontrar el vacío de los porqués y los quizás. No sé muy bien lo que está pasando aunque interpreto las señales a regañadientes y todo fluye aquí en la orilla del riachuelo, el mismo riachuelo que nace unos metros a mi izquierda y espero de todo corazón que no encuentre su muerte en algún rincón del océano. Todos deberíamos ser palomas mensajeras que se lavan las plumas en alguna laguna lejana de extraña procedencia, pero me conformo con llevar en el bolsillo derecho todo lo que alguna vez me ha importado, si es que lo que me a mí me importa, siendo animal que quita más de lo que puede llegar a dar, tiene relevancia alguna.

Una vez me encontré un papelito tirado en la mesa con letras claras y mensajes confusos, y no he hecho más que leer y releer esas palabras redondeadas mientras trato de encontrar ese algo inexplicable por el que todo lo que sube tiene que bajar. Pero no, siempre se me escapa cuando va a salir a la superficie, entonces me acuesto a dormir a ver si puedo capturarlo en mis sueños y lamento informar que hasta ahora no he corrido con suerte. Ya estoy un poco cansado de no hacer nada, de estar sentado esperando que el mundo me entre por los ojos, de tener fe en que el cielo me va a contar todas esas porquerías que la gente quiera que me sepa de memoria, sin embargo así es la supervivencia y debemos reírnos un poco antes de clavarnos el puñal en el pecho. A contracorriente dice ir el que va perdido, y yo ni siquiera sé si me estoy moviendo porque todo lo veo desde la perspectiva equivocada, tan desesperada como para acercarse a la inexistencia moribunda de un degenerado cualquiera.

Desde aquí me despido de la existencia solitaria de las sombras, y desde aquí mismo soy capaz de arrancarle chispazos de sensatez a esas letras que dan vueltas y vueltas en mi cabeza. Aquí estoy y de eso estoy seguro, solo que el aquí siempre está lejos de lo que quiero, espero, y me gustaría. El río se secó mientras andaba cuidando los llantos ensordecedores de un grupo de forasteros malgeniados, y ahora si me quedé sin nada que hacer bajo el sol inclemente y la lluvia repentina. Por favor no seas ese olvido que quieres llegar a sentir para estar vivo, no te sientes como si nada a la sombra de esas hojas maltrechas y difamadas por tu propio ego. Aunque las esperanzas se avecinen a la desaparición siempre tendrás una escapatoria sumamente válida, esa locación intransitable en la que todos nos hemos encontrado para hacer del mañana un momento medianamente soportable.

Por: Juan José Cadena D.