Se
conocían hace un poco más de dos años,
Pero
no tenían idea de qué decirse
Estando
frente a frente en aquel muro.
Sus
perros correteaban,
Se
olfateaban,
Se
revocaban,
Iban
hasta el poste de luz y volvían
En
una carrera frenética
Con
la lengua afuera;
Sus
ojos seguían los movimientos perrunos
Con
displicencia,
Por
inercia.
El
viento sacudía las ramas de los árboles
Y la
rojiza cabellera que, sin quererlo,
Ocultaba
aquel rostro de su vista,
Volviéndola
una figura esquelética
Luchando
por volver a ser humana
Con
la ayuda de su mano izquierda.
Su
cachete izquierdo era admirable,
Tan pulcro
que se sentía feliz de solo verlo.
El
sol daba paso a la luna y sus estrellas
En
un aura purpurea que los rodeaba,
Los
arreboles se contagiaban de colores extraños,
Tonos
amarillos,
Altibajos
violetas,
Trasfondos
aguamarinas,
Potentes
anaranjados
Que
lo hacían pensar en tiempos pasados,
En
despedidas que parecen no terminar del todo
Debido
a que se retuercen entre tus cejas
Y no
había charla,
Ni siquiera
el mínimo asomo de interés
Por el
otro
Que suele
manifestarse en la forma de mirar,
En la
incomodidad de las retinas.
Ella
seguía impávida y él la deseaba,
Ambos
en secreto pensaban en besarse,
Ambos
en secreto se encontraban
En un
baile sin comienzo fijo
Que suele
finiquitar en el orgasmo;
Creían
conocerse,
Entenderse.
Los
perros, ya cansados,
Reposaban
en el prado cortado hace pocos días
Y parecía
importarles poco el mundo,
Si alguien
estaba llorando,
Sangrando,
Muriendo;
Ellos
solo respiraban el aroma
Creciente
de la noche
Con sus
sucios pelajes sobre suelo firme,
A la
espera de la hora de comer,
A la
espera de la hora de dormir,
A la
espera de la hora de salir de nuevo
Y revolcarse
una vez más entre los árboles
Que
parecían tocar las nubes con sus ramas
Mientras
despreciaban el suelo con sus hojas,
Su pequeña
porción diaria de muerte.
Él
la miraba y la deseaba,
Reconstruía
su cuerpo desnudo bajo esa blusa,
Recordaba
el palpitar acelerado de aquel corazón;
Buscaba
la manera de acelerar el suyo,
Escarbaba
recuerdos,
Destruía
personajes,
Escribía
arrepentimientos llenos de sinceridad.
Ella
no lo miraba aunque quería hacerlo,
Se preguntaba
el porqué de esa barba desarreglada,
De ese
olor a vino barato entre sus dientes;
Sonreía
aunque fuera solo para ella misma.
Qué
lindo sería el mundo sin ataduras,
Qué triste
sería el mundo sin amor,
Qué extraño
sería el mundo sin palabras;
Qué
lindo sería el mundo si sostuvieran la mirada,
Qué
triste sería el mundo si se desnudaran
Y se
encontraran con otro espejo de egoísmo,
Con dos
perros que se corretean en el parque
Sin pensar,
Sin
soñar,
Sin reconocerse.
Qué extraño
sería el mundo si se fueran,
Si cada
uno le pusiera la correa a su perro
Para
arrastrarlo hacia la inmundicia cotidiana
De un
hogar como cualquier otro,
Con comida,
Con itinerarios,
Con una
cama,
Con sueños;
Qué extraño
sería el mundo si se dieran la espalda
Escuchando
por un momento el silencio,
Dándose
cuenta de que el deseo muere,
De
que existen recuerdos que se esfuman
Dejando
tan solo un fantasmagórico rastro
Construido
por frustraciones ajenas.
Nadie
notó que se miraban.
Ella
le hizo un gesto con la mano
Que fue
respondido con un ademán similar,
Hablaron
del clima,
Del
vecindario,
Del futuro,
Del pasado,
Y,
por supuesto,
De los
perros.