martes, 17 de julio de 2012

Divinidad Latente


Si bien es verdad que ya estaba completamente aburrido de su vida, jamás pasó siquiera por su cabeza la idea del suicidio. De hecho fue todo lo contrario, se apegó de tal manera a su existencia que llegó a creerse la reencarnación de alguno de los tantos dioses olvidados por  las civilizaciones modernas. Por eso decidió quedarse callado para siempre y conservar su “pureza intelectual” solo para él, y de esa manera evitar que ideas tontas y ridículas llegaran a crearle un torbellino de confusiones tras una conversación, solo charlaría con sigo mismo pues nadie más lo merecía, al menos hasta ahora.  Como quería estar en contacto constante con el universo y sus elementos se desnudó, la ropa era tan solo una pared física que lo alejaba del llamado espiritual de las moléculas de oxigeno en el aire, sin esa barrera su cuerpo se purificaría de forma lenta hasta llegar al estado de la perfección. Como lo emocionaba llegar a la perfección, como llenaba de ilusión sus pensamientos el hecho de saber que había un limite a su grandeza y que pronto lo alcanzaría, y soñaba despierto con el hecho de que en medio de las ciudades más civilizadas se encontraría su figura inmortalizada por todas las diferentes clases de roca, él, tan solo él desnudo en diferentes posiciones, tan solo su belleza infinita que sería aun más que una decoración hermosa una inspiración, una inspiración para cada persona que lo viera y cayera en la laguna putrefacta de los celos y la insatisfacción personal, que hermoso sería aquel mundo plagado de rabia, tristeza y suicidios. Por eso se reía a carcajadas estando encerrado en su cuarto oscuro, por eso se revolcaba en sus sueños infinitos, o mejor dicho, visualizaciones espontaneas del futuro inminente. Cuanta sangre resbalando lentamente por las calles del mundo, buscando el inmenso mar que poco a poco se tiñe de rojo oscuro mostrando la verdadera cara de la humanidad, que belleza, que espectáculo sería aquel. Y que delicioso poder bañarse en aquel rio naciente, sumergirse y sentir tanta porquería alejándose de forma continua, haciendo figuras y hasta en ocasiones fusionándose con la energía en constante movimiento turbio, descargando así cada pisca de  color del universo, volviéndolo todo opaco, como siempre debió haber sido.


Su cuarto se volvió su fortaleza medieval y su ejército fue él mismo en las diferentes etapas de su vida, un ejército de fantasmas imbatibles, los únicos capaces de soportar tremenda responsabilidad, además de ser los únicos con los cuales podría hablar telepáticamente. Nadie entraría nuevamente a su territorio pues lo declaro autoritariamente tierra santa, solo para él, nadie más pondría sus pies llenos de pecados en sus tierras puras y luminosas. Y sin más preámbulo se preparo para la meditación, serían al menos doscientas semanas en ese estado según sus cálculos basados en la energía lunar, se sentó donde lo había previsto y comenzó a llamar a sus compañeros dioses en todas las diferentes lenguas del mediterráneo que había estudiado meticulosamente. Sintió como su pecho se elevaba y su espíritu salía a dar una vuelta por las diferentes dimensiones, había encontrado la cusa de su desgracia y la había eliminado, jamás sería alguien tan tonto nuevamente, ahora sabia que era un dios y que ningún ser inferior debía perturbar su paz.


Fue tan solo cuestión de días para que hallaran su cadáver ya podrido, la desnutrición le había dado el ultimo golpe a una vida de miseria, después de una semana a algunos conocidos les empezó a parecer extraño no verlo por las calles que visitaba de forma sistemática. En su honor, en medio de un cruce de calles en  su ciudad natal hicieron una estatua tan solo de sus piernas, en aquel pueblo de mala muerte ahora todos saben cual era su marca favorita de zapatos.


Por: Juan José Cadena D.