jueves, 21 de junio de 2012

Como Todos Los Demás



Acababa de abrir los ojos, tal vez habían pasado dos o tres minutos, estaba en ese punto de la mañana en el cual con un poco de concentración se pueden palpar los sueños antes de ser relegados al basurero del olvido. Aun sentía como las palabras sin sentido dichas por algún desconocido revoloteaban por su piel, tantos canticos incomprensibles bailando por su pecho, tantos personajes contando historias diferentes que no se conectaban entre si. Le pareció increíble darse cuenta que tanta locura cupiera en su cabeza y llegó a burlarse de si mismo por tener pensamientos tan extraños, pero no tenía la culpa de tanta psicodelia desmedida, eran tan solo sueños, y nadie controla los sueños. Cerró los ojos para intentar darle orden a tal cantidad de imágenes que pasaban como rayos por su mente, los ordeno de tal manera que pudiera contarlo todo como una gran historia, podría ser un buen tema de conversación para salir de un silencio incomodo, o simplemente para matar un poco del tiempo que tanto suele sobrar cuando se es joven. No descartaba la posibilidad de que las montañas ardiendo y el la lluvia de acido sulfúrico tuvieran alguna relación directa con el futuro próximo, así que se esforzó al máximo para no dejar espacios en blanco, hasta llegó a inventarse un par de conectores para que no pareciera un montón de cuentos cortos. ¿Pero la vida no esta dividida en cuentos? Una vida no se puede contar de forma recta cuando esta llena de curvas, al igual que con las personas cada grupo de personas es un pequeño mundo, y a veces es mucho mejor pasearse por los diferentes planetas que construir muros para no salir del que más te gusta, el paso del tiempo hará que ese mundo se vuelva aburrido de una forma insoportable, y esos muros construidos con tanta emoción serán la prisión que carcoma tus días.

Cuando por fin, después de casi veinte minutos quedo satisfecho con la historia en su cabeza, la cual escasamente tenía diálogos y estaba conformada casi en su totalidad por lo que desearía haber visto aquella noche helada, se dio cuenta de que la realidad es moldeable siempre y cuando se trate de algo subjetivo. ¿Quién le refutaría que era mentira? , nadie tenía argumentos para hacerlo, y consiente de esto, de a pocos empezó a creerse cada mentira que se decía a si mismo. Y a fin de cuentas todo es subjetivo, todo depende de la forma en que lo observes y percibas, hasta los objetos más comunes pueden contener infinidad de significados diferentes dependiendo de cada persona.

Decidió levantarse para tomar una ducha y alistarse para un nuevo día como todos los demás, se levantó con dificultad y torpemente tomó lo primero que sacó del closet y su toalla. Mientras el agua limpiaba tanto su cuerpo como sus pensamientos empezó a imaginarse en el mismo barco pesquero con el que había soñado y a placer se desplazó por todos los puertos del mundo mientras se enjabonaba. Miró directamente el chorro que caía de forma constante y vio como el agua se tornaba de un color rojizo, no pudo evitar probarla para darse cuenta que tenía un delicioso sabor metálico que se adhería a sus encías, ya todo estaba claro.

Por: Juan José Cadena D.

domingo, 10 de junio de 2012

Una Mala Decisión


Se sintió tan desolado al salir de la capsula que ni siquiera miró a su alrededor, caminó sin rumbo alguno, dando círculos por un largo rato antes de recordar que no estaba solo. Se rió sin razón al ver a sus dos compañeros sentados en las escaleras, uno hacia graciosos ruidos de animales inventados mientras el otro pensaba en voz alta muchas conexiones sin sentido. Caminó lentamente hacia ellos, como no queriendo perturbar su imaginación, le tomó una mano a cada uno y les dijo claramente “ya casi llegamos”. Se pararon y subieron los últimos escalones de madera antes de verse diminutos ante la puerta metálica, la tocaron con delicadeza unos segundos antes de abrirla con un esfuerzo inhumano y hallarse en medio de un torbellino de luz que los envolvía y los hacia levitar, todos tomaron direcciones diferentes en la inmensidad.  Llegó sin darse cuenta a estar ante un recuadro, era tan hermoso que le provocaba nauseas y escalofríos verlo por mucho tiempo de seguido, pero siempre que su vista se apartaba para evitar cruzar la frontera entre el enamoramiento y el asco, un anillo rojo titilante retorcía sus ojos hasta situarlos en el punto inicial. Y entre segundo y segundo se fueron consumiendo los miedos que lo atormentaban desde hacia mucho tiempo, fue derrumbando sus problemas de manera lógica uno por uno, como si los estuviera asesinando con un certero disparo de conciencia y lucidez. Y entonces una euforia sin igual se apodero de su alma al darse cuenta que las cadenas de su vida se habían roto, y así debía ser siempre, vivir tranquilo una vida sin sentido, tan solo disfrutando y admirando cada detalle. Todo tan hermoso y tan simple, todo tan tranquilo y tan practico, todo se organizó en su cabeza y sintió algo muy similar a la felicidad, sintió como el fantasma de su muerte dejaba de atemorizarlo y pasaba a ser nada más que un acompañante. Como se burlaba ahora de su pasado, como si todo ahora careciera de sentido y pasara a ser una muestra más de ignorancia, casi negando haber sido así, casi olvidándose de todas las satisfacciones de esa vida tan tranquila.


Ya con los últimos rayos del sol se dio cuenta que no tenía porque seguir en aquel lugar, y de nuevo olvidándose de sus compañeros se propuso bajar por donde había subido. Todo era más largo y ancho, todo ahora se veía de una forma más sensata. Ni siquiera quiso jugar a ser un guerrero indígena al estar en la capsula que ahora parecía eterna, mucho menos quiso dar explicaciones a un par de hormigas ambulantes que sin pena lo miraron a los ojos. Cruzó el umbral que dividía el mundo privado del publico y se encontró frente a frente con tres antiguos maestros ya casi olvidados, con mucho respeto los saludo individualmente dando grandes muestras de gratitud por tanta sabiduría transmitida, aunque en el fondo sabía que no le importaban para nada las ideas mal argumentadas de un trió de vagabundos. Le confiaron una misión que se veía imposible y a cambio le prometieron el poder absoluto sobre los relojes, y de forma desconfiada aceptó con la condición de que lo acompañaran todo lo que les fuera posible. Así partieron los cuatro sabios, rumbo a ese lejano territorio de paz y prosperidad, llenos todos de ilusiones y alegrías que deseaban transmitir, pero todos igual de asustados en su interior. El camino fue corto y las manecillas ni siquiera se tomaron el trabajo de moverse, pero fue tan duro cada paso que el camino se hizo eterno y abrumador. No se pronunció una sola palabra ni se cruzó ninguna mirada, todos tenían su objetivo y solo pensaban en él, incluso evadiendo tantos ojos curiosos de color verde fosforescente que los seguían desde las sombras a cada lado del camino. Los enemigos abundaron aunque solo fueran rayos fugaces que desaparecían sobre sus cabezas, y ni hablar de las estrellas que apostaban entre ellas por cual sería el resultado final de la extraña misión que emprendían estos cuatro vagabundos. 


La misión fue un éxito y esto los dejo a todos complacidos, tan complacido quedo que le dio pena pedir su recompensa, no tenía importancia el manejo del  reloj ahora que sabia mejor que nadie que el tiempo no existe, que es tan solo una serie de algoritmos para medir la utilidad de los objetos y los seres vivos. Celebraron todos de forma distinta sentados en la misma mesa, y se miraban constantemente para ver la sonrisa de los otros, trataron en un par de ocasiones de interactuar pero al fallar optaron por hacer esos recorridos mentales solos, a veces resulta mucho más reconfortante. El viaje de vuelta fue rápido e imperceptible, también sin palabras y lleno de sombras, pero ya habiendo vencido en semejante misión, esos obstáculos se veían como un grupo de bebés inofensivos. Los tres maestros le ofrecieron que los acompañara por toda la eternidad, envolviéndose en la  belleza del mundo y acariciando con todo su cuerpo la perfección, pero respondió de forma negativa pues sabía que su vida, aun siendo mortal, valía más que todos ellos juntos, y con un gesto de la mano los despidió para no verlos nunca más.   Cuando se fueron de su vista se burlo largo rato de aquella aventura tan extraña, y se prometió jamás repetir algo semejante.


Tras un par de enfrentamientos con la realidad amenazante se reencontró con uno de sus compañeros iníciales sentado en el borde de un precipicio, parecía que lloraba pero en verdad nunca supo porque ni se tomó el tiempo de averiguarlo, solo lo haló de un brazo y le contó su viaje, exageró algunos detalles para que su compañero se sintiera orgulloso de conocerlo, y dio resultado. Su compañero también le relató un par de aventuras que había vivido en su ausencia y le expuso una teoría sobre la inexistencia de la humanidad. Debatieron intensamente hasta terminar gritándose y tirándose puños, y luego se miraron a los ojos y en medio de carcajadas se abrazaron para decidir que no volverían a tocar el tema.

La conciencia de ambos los seguía de cerca y vigilaba cada uno de sus movimientos, los cuidaba con un cariño que solo es comparable con el de un dios, y en más de una ocasión los salvó de una muerte que se veía inminente. Pero todos tienen una dosis de ingratitud en sus cuerpos, y por eso nadie fue capaz de agradecerle, simplemente asumieron su presencia como una condición y no se dieron cuenta de cuanto había hecho por ellos, siempre presente y poniendo la cara. La conciencia aun sabiendo esto siguió haciendo su labor, no por obligación como hacen muchos, sino  por amor, por ese amor que tanto hace falta para poder cambiar el mundo. Y así de forma desinteresada este ser los guió hasta una zona segura donde podían estar tranquilos, aun haciendo los actos más extravagantes y atrevidos nadie podría herirlos, y esto era lo que más le importaba a la conciencia siempre presente, ver sus sonrisas dibujadas por los siglos venideros. Ahora bajó el manto de la seguridad se dignaron a dormir tras muchas jornadas, ya estaban muy cansados y por esta razón no debía costarles trabajo alguno entrar en ese mundo tan personal de los sueños.


 Vio con envidia como su compañero se quedaba dormido y siguió dando vueltas en la cama dura y pequeña. Su cerebro no se silenciaba con nada, y no dejaba de escuchar los gritos de sufrimiento de cada persona del universo. Sangre, carne y huesos veía volar por todas partes, las sombras se volvían manos que lo señalaban de forma amenazante, y ni siquiera la conciencia siempre presente pudo hacer algo para evitar tal martirio. Se imaginó flotando en un rio, bocarriba, viendo como cada gota de sangre cubría los cielos y los gritos desesperados penetraban sus oídos. Gritó y abrió los ojos de forma repentina, ahora todo estaba claro, por fin se había dado cuenta de lo que debía hacer para encontrar su felicidad. No volvería  a vivir las vidas de los demás, viviría solo para él, y caería mil veces si era necesario para alcanzar sus propósitos, eso haría de ahora en adelante. Al aceptarlo, todo el sufrimiento, la sangre y las sombras desaparecieron. Siguió reflexionado sobre los cambios inmediatos de su vida hasta quedarse dormido no mucho tiempo después. Aquella noche soñó que al despertarse todo seguiría igual, porque es muy difícil despertarse siendo alguien diferente, los cambios más grandes siempre son imperceptibles. 


Se despertó tiritando de frio y lo único que encontró fue nostalgia. Todo hasta ese momento ya no era más que una vida pasada.


Por: Juan José Cadena D.

martes, 5 de junio de 2012

Aquí Sin Nada



En medio del silencio abrumador y la oscuridad infinita de la madrugada, no hallaba la forma de silenciar su conciencia. Siempre que sus ojos se cerraban venía a su mente la imagen de esa calle ya lejana en tiempo y espacio, tan solo iluminada aquella noche por una farola titilante que amenazaba con dejarlos a la intemperie. Nunca se miraron, o al menos no al mismo tiempo, si se oyeron tan solo lo saben las ráfagas del viento moribundas y opacas. Recordaba todo, cada minúsculo detalle de ese cartel que había observado durante tanto tiempo muerto buscando distraerse, o al menos fingir hacerlo. Todo era importante, era un dibujo enmarcado de la belleza de la humanidad en ese momento, y por eso ahora aun después de tanto lo tenía tan presente. Jamás se hablaron, por lo menos no con palabras, y sus ojos nunca se vieron reflejados en la infinidad de los rayos multicolor de los sentimientos ajenos. Y así lo recordaba, con el mismo frio en su piel y en su pecho, con la misma gota de sudor resbalando lentamente, casi imperceptible, por su sien izquierda.  Y recuerda como dolía respirar, ese amargo trago de locura, ese temblar de sus músculos, recordaba sus parpadeos lentos y tristes que proclamaban un futuro incierto, o tal vez no tan incierto. Quería que fuese incierto, quería saber como olvidar y recordar lo que había hace tiempo aprendido, quería perderse en los planos existenciales, voltearse y hablar, hablar claramente hasta que el futuro fuese incierto. Escuchar y tal vez ser escuchado, sentarse ahí en la misma calle ante esa luz frágil y compartida para que pasasen siglos, uno tras otro hasta perder la cuenta, para luego reírse y escuchar de nuevo, escuchar el canto de la risa para siempre, vivo o muerto, ya estando ahí sentado daba lo mismo respirar.

Se preguntaba como no había llorado ni gritado furiosamente, no entendía pero no importaba no entender. Se preguntaba de vez en cuando si alguien entendía algo o si todo era simple teoría muy bien argumentada. ¿Cómo olvidarlo? ¿Cómo dejar de sentir el calor helado del silencio prolongado? Ni siquiera se acordaba de su propio nombre o sus razones, lo único que quedaba en su cabeza  revoloteando indescriptiblemente era esa misma secuencia. Su pasado era ese momento, su presente recordarlo, y el futuro se volvía el más fiero enemigo al alejarlo lentamente de esa calle, de aquellos ojos esquivos y de aquellos gestos solitarios, alejándolo de todo lo que le había llegado a importarle alguna vez en esa vida sucia y miserable.

Y por más que luchaba no olvidaba lo único que valía la pena desechar, ese oscuro momento en que la tenue luz de la calle dio un brinco estruendoso y los dejo volando en el vacio. Quedaron nadando en el espacio sombrío, deslizándose con suavidad entre la nada. Quedaron plasmados tan cerca que casi se sentían, sin tocarse sintieron cada vertebra, cada suspiro y cada musculo del otro, frente a frente se observaron con suavidad, palpándose eternamente en un segundo. ¿Paso en verdad? No hay forma alguna de asegurarlo, pudo ser tan solo un sueño muy lucido. Y cuando al fin se lanzó hacia aquello que mataba  dándole razones para vivir se encontró sin nada más que el frio aire entre sus manos. Manoteó desesperadamente en toda dirección hasta caer de rodillas al suelo, se desplazo a gatas sin importarle sus heridas, buscándola sin esperanza alguna en la nada, llorando. Y entre lágrimas y sangre cayó tendido en las tinieblas, tan patético como siempre, tan patético como se hallaba ahora mismo en la habitación donde los primeros rayos del sol empezaban a vislumbrarse por la ventana.

Por: Juan José Cadena D.