martes, 8 de mayo de 2012

Un Instante


Es tan simple que puede llegar a aterrarme, es tan simple que llega a ser complicado, es así, sin control, sin leyes que lo encierren ni limitaciones hostiles. Se transforma de una manera imperceptible y se mueve a placer sobre las nubes y las profundidades. A veces llueve y llueve sin cesar, haciendo charcos, ríos y hasta océanos interminables. Y es ahí, en  ese par de océanos pasivos y angelicales donde flotan alegremente las diferentes facetas del mundo, donde flota la conciencia y nadan en semicírculos luminosos las raíces tan misteriosas como humanas de los pensamientos. Quisiera de un brinco aterrizar en ese mundo, sumergirme en la pureza de tan bellas emociones, empapando mis sentidos y mi alma, llenándolos de forma dulce de ese olor blanco y dorado. ¿Y por qué no morir? Derretirse en esa superficie tan indescriptiblemente deliciosa y fundirse en la nada, fundirse como si nada importara más allá de las paredes físicas, y volverse uno con la misma nada risueña para llegar a serlo todo, aun siendo consiente con la última pisca de entereza intelectual de la incoherencia, de la enorme inutilidad de aquellos actos tan indiferentes. Y también elevarse en una explosión, y quedarse arriba compartiendo con las nubes la ligereza y la tranquilidad, escuchar los silbidos del viento armonioso, bailando esas melodías nunca antes escuchadas. Y caer y caer por un sinfín de dimensiones dando vuelcos, pero en silencio, sin perturbar la paz establecida, sin dejar que la más mínima manifestación de miedo se presente.


Pero los mismos rayos luminosos se convierten en corrientes infernales, y las palomas fieles a su naturaleza se quebrantan por los aullidos estrepitosos de la rabia. Así las gotas vivas aun por la intemperie se tornan negras para hacer huecos en la tierra, quemándola con su veneno helado, ese veneno tan antiguo como la guerra, tan antiguo como la vida misma. Ese veneno que es tan destructivo y doloroso como adictivo, ese jugo que se posa donde quiere, como teniendo alma, ese imán infalible que atrapa a los que se le antoja, reclamando su lugar en la vida y en la muerte. ¿Y se muere? Tal vez, pero su marca queda en sangre, tatuada en la arena que hace remolinos esquivos al reloj. Y la fuente ya desquebrajada puede que se rompa al sentir el relámpago procedente de su interior, y te mueres aunque respires, caminando sin ojos por los pasadizos enredados y confusos. Y el martirio clava raíces en lo más profundo del corazón, teniendo la costumbre y la humillación como sus mejores aliadas.


Pero lo vale, vale la pena morir diez veces y seguir muriendo por un segundo de calma, vale la pena soportar tantas barbaries y castigos, lo vale y si fuera mil veces peor lo seguiría valiendo, porque un instante en ese océano es suficiente, vale más ese momento misterioso que un millón de vidas sin sentido. Por ese instante se vive, y si es necesario, por ese instante se muere.


Por : Juan José Cadena D.

martes, 1 de mayo de 2012

Una Especie Delirante


Realmente los seres humanos son una especie muy interesante, es my entretenido observar de forma detallada su comportamiento tan predecible, y me causa mucha impresión  ver como huyen de lo que en realidad importa de una forma tan fría y severa.  Tan solo se pasean de un lado a otro haciendo el menor esfuerzo posible por suplir sus necesidades fisiológicas, tan solo les importa la imagen que dan a los demás así sea algo completamente diferente a su ser, y no les importa nada que no  los afecte directamente, no les importa ver el hambre en los ojos de un desconocido, o escuchar los llantos desesperados de una bebe de dos o tres meses de nacido recostada en  la acera de enfrente. Pero claro, a todos les inculcaron fuertes valores que se pueden reducir en ayudar al prójimo y ser respetuosos, y todos al ver un acto que va en contra de esta corriente se asombran y dicen que “este mundo va de culo pal estanco” y “no entiendo como alguien puede ser así”, mientras ellos se sienten sumamente orgullosos de haber donado el 0.01 porciento de sus ingresos a una fundación en la que trabaja el hijo del cuñado del primo en segundo grado. Pero es que así funciona el planeta, todos los humanos tienen que sentirse buenas personas, o al menos hacer creer a los demás que lo son para así sentirse socialmente aceptados, y de paso creerse su mentira y llegar a un mundo de fantasía donde “yo soy bueno y por eso me va bien”.  Y gracias a esa mentira pueden dormir tranquilos sintiendo que ayudaron, y no tienen porque sentirse mal al lanzar una mirada grotesca a un reciclador ambulante, o al ignorar de forma grosera algún personaje de la calle mientras pensaba “uyy que miedo ese man, seguro me va a robar o pegar alguna infección si se me acerca mucho”.


Pero en el fondo todos saben que en verdad no hacen nada por nadie y tan solo son un montón de carne, cartílago y hueso ambulante. Por eso se sienten tan vacios y tan insignificantes, porque saben que su paso por este globo terráqueo es tan solo cuestión de tiempo, y sus nombres quedaran relegados al olvido inmediato tras su entierro en el que si mucho dos o tres personas lloraran honestamente, porque el  resto solo sigue las normas sociales tan cuidadosamente enseñadas y aprendidas desde muy corta edad. Por eso buscan alguna razón para vivir, alguna distracción de esta cruda realidad, de la frialdad y crueldad de si mismos, por eso maquillan su imagen con fotos en las que siempre salen sonriendo, para que así la gente no se de cuenta de lo destruida que esta su alma manchada de indiferencia. Pero de nada les vale, porque antes de quedarse dormidos, en ese limbo entre la realidad y los sueños todas las cartas en la mesa hablan de miseria. Lo más cómico del asunto vendría siendo que no hacen nada al respecto sino que terminan aceptando su sufrimiento como una enfermedad crónica, no tienen reacción alguna ante la vida latente y se vuelven muertos que respiran, comen y van al baño. Y ahora solo guiados por lo que el exterior les dicta se olvidan completamente de lo que su interior grita, y se vuelven mascaras sin cara, ya no hay vuelta atrás, o si la hay pero es casi imposible recorrer ese camino.


Por eso no me sorprende ver como hablan durante toda la semana del partido del sábado, de la borrachera de hace quince días y de cómo se pasaron el quinto nivel de algún video juego lleno de violencia y sexualidad.  Es tan solo su escape de la vida, la forma más fácil de no enfrentar sus demonios, el camino más fácil y a la vez más corto hacia la muerte. Pero es tan repulsivo y a la vez tan fascinante observar esto, las barreras mentales que se ponen para aceptar o justificar su comportamiento, cuando la justificación es algo imposible cuando se habla de hechos tan asquerosos. Es la realidad humana, o de la mayoría de los humanos al  menos.


Pero no pierdo la esperanza, he conocido personas que no se limitan a ser ese saco de tripas y luchan por algo, luchar es vivir si la causa lo amerita. Por eso quiero ser un luchador y evitar caer en esos comportamientos tan despreciables y patéticos. Todos tenemos guías y maestros que nos alejan de ese camino tan humillante y doloroso, pero a fin de cuentas el único que evitara esa caída eres tú mismo.  He ahí la pregunta ¿ser un escapista vacio o luchar por algo?


Por: Juan José Cadena D.