miércoles, 28 de marzo de 2012

No Hay Adonde Escapar


Ya hemos hablado del camino,
Nos sentamos solo a recordar,
Porque no nos entendemos
Nunca aprendimos a pelear.
Se han roto los lazos invisibles,
Si existieron ya no importa,
Se cosió la costumbre elevada,
No quiero  pensar en otra cosa.
La verdad está ante el farol,
No debería siquiera dudar,
Pero mi alma se quebranta,
Y no se si pueda aguantar.


No hay luz al final del túnel,
No se ve a lo lejos el camino,
Tan solo lloran las mariposas,
Entre la nada y el vacio.
No logré siquiera engañarme,
Pude dormir en el manantial,
Y poco a poco se fue secando
La única pisca de realidad,
Realidad tan tormentosa
Que se queda desnuda,
Y suelta su aliento fresco,
Tan lleno de oscuridad,
¿Pero porqué extrañarse?
Esa es el monologo de la vida,
Con principio y sin final. 


Ya la condena se ve corta,
El esclavo no quiere más,
El cielo ha abierto la puerta,
¿Que más se puede esperar?


Por: Juan José Cadena D.

lunes, 26 de marzo de 2012

Mensajes Ocultos

Estuve ahí sentado mucho tiempo, midiendo el aire con la delicadeza de las ondas, llovió ceniza y una sonrisa hipócrita se dibujo en mi rostro mientras finalmente decidía levantarme.  Camine por el prado que llegaba hasta mi cintura, me ahogaban los pensamientos oscuros de aquel valle infinito lleno de desniveles y trampas, y se posaban en mis brazos los silbidos de los llantos que se oían muy lejanos. Nada me podía detener porque no me importaba nada, simplemente quería moverme rápidamente en aquella dirección nunca antes conocida, o ya vista muchas veces desde otras perspectivas.  No tenía ningún afán, todo iba a su ritmo, de ese mismo modo la tierra decidió acompañarme en mi travesía, y nos movimos en formas onduladas por el pastizal arrogante y peligroso.

Me encontré solo nuevamente al voltearme y no ver mas que un enorme samán rodeado por un campo de fuerza morado, sentí su soledad, sentí como le dolían los silbidos del viento y las miradas de las nubes alargadas sobre su corteza, y lloré en silencio por no apreciar el precio del dolor, y por fijar mi mente en cosas nada importantes. Y mientras aun sentía el suave llanto atravesar mi cuerpo, llegue al limite del jardín. La única forma de pasar era volando como me lo habían advertido, y la única forma de volar es creyendo como yo mismo había respondido. Cogí el impulso necesario y me elevé sin complicación, sentí las partículas del rápido viento rozar cada centímetro de mi piel, y o por primera vez en mi vida una sonrisa sincera me acogió. Ya habiendo pasado el muro no quise volar más, me parecía peligroso volverme adicto a esa sensación tan parecida a la libertad, pero es que a fin de cuentas ¿No somos todos adictos a nuestros sentidos?
Seguí caminando y me adentré en la casa que se posaba en la montaña, esta fría y sucia, tal y como la esperaba. Las sombras se escondían al escuchar mis pasos, pero era imposible no percibir su asqueroso olor a muerte fresca y sus huellas transparentes estampadas en cada muro. Me dirijo lentamente hacía mi cuarto en medio del desorden, mientras tanto veo como las ideas fluyen y se enmarcan en las paredes, bailan al ritmo de la música proveniente de las afueras, y todas se conectan en perfecta armonía dando giros indefinidos por el espacio que se perdió.

Y ahora ya en la soledad absoluta me aterroriza lo que encuentro, no solo son los reflejos de las acciones de mi alma, veo como mi cuerpo se convierte lentamente en todo lo que temo, trastornando la estancia en una sala de tortura medieval en la que sobresalen los retratos de mi alma. Cada cuadro es una historia en la que entro para conocer un poco más de mi, llego a conocer lo que no debía conocer, llego a temer a la imagen del espejo, y poco a poco pierdo conciencia de la realidad.

Grito y corro tratando de huir de mi mismo, pero solo me encuentro con las flores coquetas que me miran pasar y se dicen cosas al oído, y a lo lejos los arboles maestros, con la sabiduría de la tierra impregnada en sus hojas me señalan y me gritan. Siento las ondas del viento que me atacan mientras las nubes cambian de color y se dirigen hacia mí en un torbellino indescriptible, grito nuevamente antes de caer.

Una risa sínica me despierta, y ya sin duda alguna me levanto sabiendo exactamente lo que debo hacer, y sin pensarlo dos veces empiezo mi camino.

Por: Juan José Cadena D.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Sistema de Evación



Encontrándose todos en un sistema tan extraño decidieron pararse de la mesa. Vieron a su alrededor las diferentes siluetas que se encarnaban con las sombras pálidas del aire, y no pudieron resistir la tentación de observar los movimientos del pequeño bote pesquero navegando en el rio Cauca, estaba situado sobre la mesa triangular, a la vista de todo aquel que lo quisiera leer con sus oídos, todo aquel que se entregara al universo difuminado del arte clandestino. 

Todos eran uno, lo eran en cada sentido, pensaban lo mismo en el mismo instante como si un rayo disparara las ideas en sus mentes, se fijaban en los mismos detalles irrelevantes de cada objeto, sonido o recuerdo, y sin decir una sola palabra se entendían a la perfección, un alma en varios cuerpos repartida.  

Salieron del ambiente tan pesado del hogar para pasear sus pensamientos. Iban sin rumbo fijo pero sabían lo que querían. Se regocijaron bajo las gotas coloridas que cantaban en la calle, vieron las ranas saltar como ángeles de charco en charco, y por un momento comprendieron lo que querían en verdad.  Una conexión se presentó con su interior y exterior, alma, cuerpo y naturaleza se unieron bajo el poder de la conciencia, y aun bajo los húmedos pensamientos materiales encontraron la verdad.

Fue un viaje sin tiempo ni espacio, volaron colectivamente hacia las nubes que lloraban por la incomprensión y se separaron para buscar lo que no tiene respuesta. Las llamas del aire se iluminaron al encontrarse cada quien con sus burlones  antepasados mal informados de la situación actual, cayeron del cielo las cenizas ya gastadas de la pobre humanidad que no tiene elección. Y el caballero principal se despidió de sus compañeros al encontrar en la nada lo que no encontró en la realidad, pues una esfera multicolor lo lleno de aire para elevarlo hasta la próxima estación vital, le otorgo alas doradas para su movilidad y lo hizo jurar en vano que jamás se sentiría igual. No se supo nada mas del joven caballero pues se rastro ahora solo se hallaba en lo más profundo de las almas, rompió la cadena física que a sus compañeros lo ataba.

De nuevo en el globo terráqueo todos cayeron en la mas profunda depresión, el tiempo se volvió un monologo interminable de torturas y tristezas, cada movimiento era una daga y cada resplandor se mancho de sangre y avaricia. Se volvieron uno con el mal, encontraron todos los monstruos de la humanidad en su interior y huyeron hasta del más mínimo lujo del poder por miedo a la felicidad. Pero ya siendo tan tarde no había porque correr, así que los jóvenes ensimismados se sentaron bajo el techo de zinc de una esquina a ver las ráfagas translucidas de colores. Sintieron el orgullo de ser humanos y la tristeza de ser lo mismo, un vacio se apodero de sus cuerpos y sucumbieron al dolor.

No dejaron de gritar hasta darse cuenta que estaban en los rieles del tren. Se encaminaron por el camino metálico sintiendo la nieve de las historias, viendo millones de instantes en cada época. Se movieron por el tiempo a placer, se perdieron y encontraron incontables veces. Y ya ancianos se encontraron riendo del pasado y viendo sin razón de causa todo lo que paso.  ¿Qué importan los recuerdos frustrados? El dolor fue aceptado cuando se agotaba de sus almas la última carcajada.

Por: Juan José Cadena

martes, 20 de marzo de 2012

Silencio


Se hizo el silencio en la sala,
Se dio la gracia de la nada,
Hubo gritos enmudecidos,
Hubo vistazos fugaces.
Sentados juntos los sonidos,
Se hablaron todos sin oír,
Se oyeron todos sin escuchar,
Y se escucharon  sin hablar.
Cayó una gota luminosa,
Que brillo por su ausencia,
A fin de cuentas no importa,
Ni siquiera tú te diste cuenta.

Admito que rodaron los cabellos,
Admito tal vez la caída del caudal,
Si ha de llover quiero que llueva,
Tal vez ni siquiera me importara.
¿Qué son las gotas sin esencia?
¿Qué son las olas sin sonido?
Es tan cálido lo que me rodea,
Y es el mismo calor tan frio.

No soy yo las paredes enardecidas,
No eres tú las piedras de aquel rio,
Tampoco nosotros las alas del alma,
Ni siquiera la mascara en que confío.
Basta de tantas flamas heladas,
Hagamos culto a la soledad,
Se hizo silencio en la sala,
Me he cansado de tanto luchar.

Por: Juan José Cadena D.

Espejismo


Ya la planicie se apodera de todo, no hay lugar para nada más. La tierra se enfurece con los palmos de la conciencia, ya se cansan los ríos y se cansan las montañas. El aire se aplasta contra los arboles  sin dejarlos hablar, no quiere escuchar las piedras, no quiere saber nada al respecto. Ya las voces se van calmando dejando la sangre fluir con normalidad,  todo sigue su curso ¿y que más da? Las lagrimas del mar se escabullen por las nubes, hace tiempo que el reloj sin darse cuenta se esta moviendo, ¿Por qué transcurre todo con tanta pasividad? Espero que hallan explosiones que no me tenga que inventar, que exista algo grande allá en la verdad. 

Pero no se mueven los pastizales, no respiran las paredes ni el tejado, llueve todo el tiempo, aun en lugares cerrados. Ya el abismo se cayó en el olvido, al igual que el dolor, la alegría y los deseos, ya fluyó el caudal de los animales tibios, que no sienten los cambios ni sienten el frio. Ya se cansó la música de bailar en los cristales multicolores del poder, ya las acuarelas se tomaron cada cosa que era verde, y ya cansado de no hacer nada el oso hormiguero se fue a dormir. 

El sol se carcajeo al ver la imagen palpitante del mañana, y atacó con su ignorancia el camino. El mundo entero llegó a una conclusión, y hasta el más pequeño soldado levanto sus ojos y aplaudió. Basta ya de tantas mentiras, basta ya de la realidad, callarse nunca fue la salida, nada más puede quedar.

Por: Juan José Cadena D.