lunes, 18 de noviembre de 2013

Una copia más, por favor


Se puede decir que todo estaba entretejido en medio de aullidos interminables de dolor. No sé, es lo que se puede concluir por lo que encontraba el mal llamado investigador. Ese término siempre da un poco más de renombre y exuberante importancia a un cargo medio burocrático sin importancia alguna para la sociedad. Todo se veía entre lagunas vespertinas arrulladas por las suaves ondas de los arreboles serpenteantes a las seis de la tarde y en el ambiente estaba ese “no importa nada” de los domingos aunque fuera otro día de la semana. El tiempo se había venido enfocando en unos datos promisorios, acicalándose y tornándose momentáneamente eterno para siempre mantener el calor del momento en su máximo esplendor.   

Una que otra cordialidad, pensamientos encontrados y la agonía  permanente de sueños un tanto utópicos. Ya venía siendo el momento propicio para una presentación o un juego mal planificado, y aún peor ejecutado, por un grupo de seres humanos que encuentran en el fondo de un trago amargo su reprimido deseo de encontrar la tan anhelada eternidad. Coexistencia. Ambiguo pensamiento del ser ambulante y demente entre los pasillos, noctámbulo, desnudo y aliviado tras un par de eternidades con dolor de espalda.

Un saludo espontaneo que se pierde entre melancólicos recuerdos inexistentes para no volver jamás. Separación total. Oscuros pensamientos que se vuelven realidades palpitantes y llegan a sorber tu sangre desde lo más alto. Te encuentras a ti mismo cabizbajo y meditabundo entre paradigmas sociales que repudias pero te cuesta demasiado evitar por razones que van más allá de tu conciencia y ambivalente sabiduría.

¿Otra cordialidad acaso? No lo creo. Dicen que sueles ser tu propia perdición. Dicen que siempre hay opciones. Dicen y dicen pero no se actúa por miedo a un público al que en verdad no le importa nada. Acción-reacción. Suspiros y malentendidos causados por un lenguaje subutilizado. Pero ya estando en el lugar propicio a la hora dada y con todos los elementos en su lugar, se debe proceder por simple matemática y probabilidad. Sumas y restas, la especialidad de la casa.

En entredicho quedó todo lo especulado hasta el momento. Imágenes ilusorias de páginas sin escribir y caminos por recorrer. Pensamientos y más pensamientos. Reflexiones, repeticiones y aportes nulos a una conversación ladeada hacía el caos absoluto por propia voluntad. A veces se encuentra todo lo que se busca sin saberlo y te quedas dándole vueltas y vueltas para ver si desaparece de una vez por todas. Sentirse aplastado por tus propias ideas, y despertar, una y otra vez, con la certeza de que no eres más que el pálido reflejo de un yo ya fallecido.

Vivir en medio de torturas que sobrepasan el entendimiento de la mayoría. Huir, caer y huir de nuevo sabiendo que no te espera más que el suelo, la sal y la eterna oscuridad. Imágenes inconexas que se entrelazan sin saberlo y sin querer que nadie lo sepa; caras opuestas que cruzan una diabólica mirada que simboliza la hecatombe máxima. ¿Premeditado?... no lo creo… no lo sé… espero que no. Solo queda la malévola esfera que sigue en movimiento. Aplastar y destrozar. Queda mucho que pensar.


Por: Juan José Cadena D. 

domingo, 20 de octubre de 2013

Entre otras tantas cosas


Por supuesto que en medio de tantas carcajadas asimétricas nadie puede sentirse del todo tranquilo. Pero no se puede hacer nada para evitar los malabares engañosos tras tres o cuatro corrientes eléctricas espaciadas tan solo por un par de quejas y suspiros malolientes. Es cierto que las mentiras suelen algo subjetivo, pero el hecho de mentirme suele acarrear consigo, de forma incierta y ambivalente, una serie sucesiva de alambres de púas oxidados. A veces llega el momento de aceptar las repercusiones siniestras de un pasado que parecía rectilíneo y terminó siendo una esfera giratoria que va arrollando a su paso hasta la más mínima esperanza de un mañana. Palabras incoherentes. Lluvia ácida de pensamientos impuros sin importar la moral a la que se atenga tu alma suplicante.

El preferir estar andando entre sombras ambulantes me ha dado ciertos privilegios un tanto oscuros, si se quiere, pero también me ha mantenido soldado a la muchedumbre putrefacta que tanto suelo despreciar. Que fui y volví en un parpadeo tan sintético como ficticio tan solo para perderme en un camino inexistente en tiempo y espacio. Que sí, que aquí estoy rompiéndome los sesos con unas garras invisibles pero existentes dentro de mí. Que existo desde el sentido más controversial de la palabra. Que soy,  desde una perspectiva lejana y taciturna, un grupo de imposibilidades que toman rumbo hacia la utopía con plena conciencia de su misma imposibilidad; un testigo omnisciente de la ridiculez misma de los pasos al vacío y los asesinatos milimétricamente planeados de cada supuesto obstáculo en una carretera submarina. Por eso hay pocas colijas tras un par de muertes mal habidas, invisibles y poco relevantes. Por eso y mucho más el sol sigue escondiéndose noche tras noche en medio de absurdas figuras celestiales. Por eso hay murmullos en lo más profundo de un océano habitado tan solo por razonamientos y sujeto a cambios impuestos por sí mismo pero igualmente sorpresivos.

Es inverosímil desenvolverse entre tantas ocasiones fantasmagóricas e ilusorias, y de seguro llevo tiempo perdido, dando vueltas sobre un eje fijo una y otra vez. Sin embargo, se hace evidente en medio de alaridos infernales, la poca ilusión que me hace llegar a un punto fijo en el plano cartesiano de mi supuesta existencia. Supongo que hay movimientos incomprensibles a través de los cuales hay un transporte firme y fluido de una sensación satisfactoria. Tal vez he ahí el entendimiento inoportuno. Tal vez no ha pasado nada en realidad. Tal vez somos materia inerte que aliviana su eternidad con imaginación violentamente entretenida.  

En todo caso, siempre es mejor darle un poco más de tiempo al reloj, segundos a las torres de babel que nos separan en cuestiones de espacio, lenguaje y entendimiento de tanta sabiduría y estupidez que se amontona sobre nuestros hombros. Es mejor tener la vista fija en ese cuerpo de luz que se revuelca entre las calles mientras se debate entre la perfección y la realidad, tener ese llamado lejano y ambivalente que nos invita a nuevas dimensiones porque en este plano existencial no puede ser. Un poco de paciencia junto a un buen trago de incomprensión y muerte. Olvido. Realidad. Vida.


Por: Juan José Cadena D. 

domingo, 25 de agosto de 2013

Con Cierta Sutileza

Se podría decir que en ese entonces no había nada definido detrás de los invencibles murales que se dibujaban en un constante zigzagueo hasta donde la vista alcanzaba a relatarnos, pero eso en verdad no importa. También se puede optar por escudriñar a fondo en un baúl lleno de porquerías milenarias, objetos inservibles que hacen poco más que evocar pensamientos oscuros, objetos que buscan de forma incansable desaparecer tras alguna hendidura fugaz de inconsciencia; pero no vale la pena decir tales falacias tampoco.  Entonces solo queda estar parado bajo un sol descomunal, sintiendo los reflejos decadentes de tantas voces al compás de una guitarra somnolienta y desafinada. Así es, el camino vigilado por tantos seres tan vitales como fantasmagóricos termina siendo, de forma casi del todo inesperada, un continuo latir de tus sentidos encadenados por las nubes formadas por labios ajenos; las canciones prometidas por un suspiro entrecortado se ven tan solo a lo lejos, realidad necesaria pero onírica.

Ayer estaba dando tumbos frente a un grupo de luces titilantes de carácter subnormal, apegándose a mi entendimiento de la normalidad. Todos se tambaleaban junto a mí, dejándome creer que es posible estar más de una eternidad entre sueños intranquilos y siempre te vas a despertar siendo el mismo; haciéndose pasar por completos espectadores de la acción, terceros que solo quieren encontrar la posición que permita una mejor visibilidad. Entre tantas confusiones terminé desdibujando mi propio peinado, dejándome llevar por una corazonada infame de confianza. Sin pronunciar palabras ni organizar ideas, sin golpear ni ser golpeado, sin poder vivir del todo. Un festival de malos pensamientos no hacía más que pasearse de aquí para allá. Los pájaros volaban en la misma dirección de siempre mientras el suelo era sacudido por fuerzas titánicas que se hacían pasar por una leve brisa. No estaba. No había luces ni confusiones, ni cielo ni dónde apoyar los pies. Cuando no hay nada no existe un mañana. Y luego, en un baile irremediable del tiempo, todo vuelve a lo natural. Nada raro, de vuelta a lo básico.

Entre sordos gritos de suavidad inimaginable, ahora hago poco más que repetir y repetir. Ya había escuchado, de distintas bocas y diferentes formas de hablar, el mismo argumento que cojea al borde de la ambivalencia y la propia inexistencia. Pero es lamentable que saber no sea sinónimo, o siquiera el mismo preámbulo, de la acción realizada en carne y hueso; Y más lamentable aún es darse cuenta que es muy común encontrarse con palabras brillantes que se desinflan ante la irreverencia de una mente un tanto desordenada. Tan banal como triste, tan esporádico como nauseabundo. De un estruendoso desconcierto pasé a una batalla tan frenética que siempre pedía un poco más de esfuerzo. Insaciable. Despreciable. Destructora. Y un sinfín de mentiras piadosas llenaron el vacío que dejó la misma soledad por sus ansias de cambiar de estado. Un cambio es  muy sensato si eres corto de vista y débil de alma, dirán algunos mientras otros callan entre burlas y aplausos de consolación.  


¿Qué más le puedo pedir a este incansable ir y venir de repugnancia máxima? Contar hasta diez y todo se va, o al menos todo lo relevante. Y no queda más que esperar. A fin de cuentas, alguien contará mañana, con un toque de perspicacia, algo que quizás pasó, pasa, o pasará.

Por: Juan José Cadena D.

martes, 9 de julio de 2013

Humo y Olvido

Comienzos rastreros que se alejan
Hablando de inocencias perdidas,
Un par de reliquias en la mesa
Dando de que hablar.
Que todos andamos perdidos
Entre nubes y mareas extranjeras,
Que estamos encadenados
Sin siquiera darnos cuenta.
Dicen que no existe nadie
Que pueda esconderse de sí mismo,
Pero dicen muchas cosas
Que ni siquiera tienen sentido.

Ando balbuceando desnudo
Entre pergaminos rotos y olvidados,
Descuidando el sueño que he tenido
Por estar anclado a las tinieblas.
Rondamos torres milenarias
Encarceladas en lágrimas ajenas,
Nos perdimos una vez más
En realidades que no nos convenían.
Se puede decir que no comprenden
Tantos destellos interdimensionales,
Que llueven malas intenciones
De locaciones muy remotas.

Suaves remansos que se entrelazan
Con susurros prohibidos,
Una caída aparatosa disuelta
En los rincones perdidos del alma.
Voy saltando entre agujas
Envenenadas por pasos animales,
Agachado ante la impetuosa imagen
Del hace ya tiempo fallecido.
Respiraciones agitadas
A la par del corazón,
Miradas incandescentes
Perdidas en el tiempo.

Luz al final del túnel,
Acá te estoy esperando.
Encuentro palabras oxidadas
Envueltas en iras pasajeras,
Realidades infernales
Por supuesto inexistentes.
Canciones y pecados,
Besos y torbellinos,
Humo y olvido

Por: Juan José Cadena D.
  







lunes, 1 de julio de 2013

Inexistencia

Puedo jurar que estaba lloviendo. Puedo jurar que en el ambiente se sentía ese extraño olor a muchedumbre que no tiene la menor idea de lo que está haciendo pero sigue dándole vueltas a los mismos asuntos por simples formalidades. Ahí todo era transitorio, un simple papeleo que se archiva en el rincón más recóndito de la memoria, todos listos para ser sepultados bajo una serie inexplicable de vacilaciones para después ser incendiados sin razón aparente. Pero no hay problema, todos los aceptaban así, estoy seguro que no cabía ni una pisca miserable de humanidad en medio de esos entes revueltos y a la vez dispersos por quién sabe cuantas dimensiones paralelas. Yo me encontraba lejos del mundo ante la cómoda, y al mismo tiempo hipócrita, visión de recuerdos inexistentes, sostenido por una pluma barata que se tambaleaba con cada tic-tac del reloj. Click, tic-tac, pum. Al suelo y todo queda negro para después ser consumido por la indescriptible neblina de la realidad.

No sé, para mí seguía lloviendo y no tenía ganas de saludar. La verdad no tenía ganas de nada, excepto tal vez dedicarme a examinar minuciosamente reacciones ajenas, una clase teórica y práctica de la que no se saca provecho alguno. Demasiado tiempo libre es igual a un estado mental un poco diferente, a metas mentirosas que te trazas, a carreras un poco inútiles contra la misma inutilidad, a quedarse a la espera de un cruce con la realidad. Yo estaba aislado y un poco perdido, aguantando el inclemente y fatídico tedio en medio de personas que se dejan llevar por sus instintos preventivos y barreras psicológicas. Pero no pasaba nada, rayos, todo estaba estático, truenos, con el mismo olor  a putrefacción cocinándose por todas partes, tic-tac.

Puedo asegurar que no fue la primera vez, siempre cuando andas medio muerto llega un rayo de esperanza o sucumbes a la perdición. No puedes andar vagando entre dos mundos porque terminas siendo de ninguno de los dos, yo estaba un poco aquí y un poco allá, entre las estrellas y un amanecer, y admito que no encontraba motivos para seguir gestionando misiones absurdas. Apareció, eso creo, simplemente no quiero gastar tantas líneas, digamos que se materializó desde adentro, desde la pureza infinita hasta las curvas peligrosas que resbalan con ese color alegre y un poco pasional. Juro que olía a olvido y aventura, a esa extraña mezcla entre la nada y una sonrisa desinteresada. Tic-tac, todo perfecto, tic-tac, no tenía razones para andarme convenciendo de inutilidades, tic, por fin algo de paz, tac, se le pudo haber llamado alegría, tic-tac, se fue y no volverá, tic, nada dura para siempre, tac. Todo negro y de nuevo a vagar por ese océano tormentoso de necedades ajenas.

Yo ya no estaba, ya no quería ser un pilar de sobra en aquella construcción mal diseñada y ejecutada por un pésimo grupo de trabajadores y no tenía ganas de mojarme. Pero llovía a cantaros, más que nunca, puedo jurar que te empapabas con solo escucharla. Yo estaba tirado en mi esquina con la vista fija en el bombillo apagado. ¿Será posible que llueva todos los días?, tic-tac, la verdad ese era uno de esos días en los que la verdad no tenía importancia. Yo solo sabía que estaba cansado de cargar un alma en pena que ni siquiera era mía, de andar arrastrando las cadenas moribundas de un pasado tormentoso pero no malintencionado, quería correr y dejarme llevar. Vi junto a mi pie un pequeño riachuelo que nacía y no se me ocurrió mejor idea que dejarme llevar por él. Hasta la próxima, buena suerte, nunca cambien. Ahora sí tengo un camino, un camino que de seguro no lleva a ninguna parte, pero al menos puedo recostarme boca arriba y descansar con la certeza de que no estoy tan estático e inamovible como la realidad sin sentido que suele rodearme.

Dese aquí, desde la extraña inexistencia, no hago más que reclamar a gritos un pequeño empujón del destino, una playa donde todo tenga un poco de sentido. Pero no, olvídenlo, lo que en verdad quiero es sentirme de nuevo como me sentí aquel día, tic, que lástima ser un trámite más, un chasquido de dedos, una muerte sin importancia, una promesa de olvido, tac.


Por: Juan José Cadena D.  

lunes, 13 de mayo de 2013

Desde Aquí


Cuando las palabras se acaban y no quedan más que ganas de hablar regadas en la mesa, justo en ese momento inexpresable en cuestión de horas y minutos, todo se vuelve extrañamente vital. Desde la lejanía los movimientos suelen tener esa armonía solo imaginable por un grupo de jóvenes idiotas, pero aquí, en primerísimo primer plano, sueles encontrar el vacío de los porqués y los quizás. No sé muy bien lo que está pasando aunque interpreto las señales a regañadientes y todo fluye aquí en la orilla del riachuelo, el mismo riachuelo que nace unos metros a mi izquierda y espero de todo corazón que no encuentre su muerte en algún rincón del océano. Todos deberíamos ser palomas mensajeras que se lavan las plumas en alguna laguna lejana de extraña procedencia, pero me conformo con llevar en el bolsillo derecho todo lo que alguna vez me ha importado, si es que lo que me a mí me importa, siendo animal que quita más de lo que puede llegar a dar, tiene relevancia alguna.

Una vez me encontré un papelito tirado en la mesa con letras claras y mensajes confusos, y no he hecho más que leer y releer esas palabras redondeadas mientras trato de encontrar ese algo inexplicable por el que todo lo que sube tiene que bajar. Pero no, siempre se me escapa cuando va a salir a la superficie, entonces me acuesto a dormir a ver si puedo capturarlo en mis sueños y lamento informar que hasta ahora no he corrido con suerte. Ya estoy un poco cansado de no hacer nada, de estar sentado esperando que el mundo me entre por los ojos, de tener fe en que el cielo me va a contar todas esas porquerías que la gente quiera que me sepa de memoria, sin embargo así es la supervivencia y debemos reírnos un poco antes de clavarnos el puñal en el pecho. A contracorriente dice ir el que va perdido, y yo ni siquiera sé si me estoy moviendo porque todo lo veo desde la perspectiva equivocada, tan desesperada como para acercarse a la inexistencia moribunda de un degenerado cualquiera.

Desde aquí me despido de la existencia solitaria de las sombras, y desde aquí mismo soy capaz de arrancarle chispazos de sensatez a esas letras que dan vueltas y vueltas en mi cabeza. Aquí estoy y de eso estoy seguro, solo que el aquí siempre está lejos de lo que quiero, espero, y me gustaría. El río se secó mientras andaba cuidando los llantos ensordecedores de un grupo de forasteros malgeniados, y ahora si me quedé sin nada que hacer bajo el sol inclemente y la lluvia repentina. Por favor no seas ese olvido que quieres llegar a sentir para estar vivo, no te sientes como si nada a la sombra de esas hojas maltrechas y difamadas por tu propio ego. Aunque las esperanzas se avecinen a la desaparición siempre tendrás una escapatoria sumamente válida, esa locación intransitable en la que todos nos hemos encontrado para hacer del mañana un momento medianamente soportable.

Por: Juan José Cadena D.

lunes, 29 de abril de 2013

De Ninguna Parte



A veces me hallo ante la intempestiva imagen de un par de desconocidos que usan mi nombre. Otras veces me quedo paralizado ante la tentativa aparición de un espíritu milenario. No sé, creo que muchas veces solo soy creencias y sueños ajenos, un paradigma que se puede expresar en un algoritmo un tanto complicado. Pero tampoco estoy seguro de no ser esa moneda que cae lentamente dando vueltas mientras un espejismo ruidoso se regocija y emociona. Soy hierro, carbón y cal. Soy la misma esencia con la que nací y con la que de seguro moriré. Soy la búsqueda implacable de un futuro que se asoma temeroso en la ventana del quinto piso.

Ayer soñé, pero digo que no soñé nada para no mentirme. Ayer fui fuego que se extingue con una mirada diabólica. Ayer no fui yo porque no sé si existo. Ayer no fui yo, de eso estoy seguro. Hace una semana me derrumbo en pensamientos un tanto oscuros, pero ¿de qué vale matarse por un par de segundos? No lo sé, hace tiempo que no sé nada más de lo estrictamente necesario.

Hoy soy tiempo que se expande en busca de la eternidad, un aliento helado que suspira entre garras salvajes de libertad. Hoy soy carne palpitante en busca del destino. Soy retador, mariachi y asesinato. Hoy lluevo porque no sé ni donde estoy parado. Y como si fuera poco, soy un trago amargo de alguna medicina natural. Ya no soy lo que quiero ser porque hace tiempo que esto no es un juego, ya no sé nada de lo que creía saber a consecuencia de mis sueños frustrados. Todo se va volando mientras yo me quedo postrado bocarriba chorreando babas, y trato de correr pero mis piernas no aguantan.

Me acabo de dar cuenta que no hay mañana, pues me lo contaron un par de criaturas voladoras. Yo quería ser un poco más de lo que doy, superarme y romper barreras imaginarias. Yo también tengo imaginario egocéntrico colectivo, me gustan los elementos sencillos de la muerte. Pero ya no importa tampoco, mejor hago culto al silencio que habita en mí.

Por: Juan José Cadena D.

domingo, 28 de abril de 2013

Sentido Común


Un extraño dibujo de indiferente colorido
Me sonríe en la lejanía, se ríe y me rio,
Parece que nos riéramos juntos sin percatarnos
De la extraña importancia de los detalles.
La poca credibilidad se derrite a cantaros
Mientras la imagen se pierde en lagunas espumosas,
Y el resto del universo sigue con sus reglas.
Esporádico, difuso y lejano.
Todo se vuelve de cristal helado,
Y aunque la garganta está rasgada, lucho por gritar,
Por ser escuchado por un individuo de la muchedumbre,
Pero que no sea cualquiera, solo pido que no sea cualquiera.


Luego vendrán las noches heladas y el hambre,
Por ahora me ocupo de los golpes certeros,
De las mil y una razones para soñar.
Uno tras otro caemos al abismo sin salida,
Y en verdad no entiendo por qué hablo en plural,
Tan solo soy la calamidad más grande,
El trueno más estruendoso y molesto,
El malestar general de una frágil realidad.


Ya el mundo está reducido a breves destellos,
Todo  tiene de cierta forma su propio veneno,
Y en medio de tantas cavilaciones mentirosas
La explosión se sitúa como una bella posibilidad.
Entre bulla, pensamientos y conversaciones obscenas
Todo  tambalea y se disfraza de forma pasajera,
La inmundicia hace parte del alma,
Mientras  el alma hace parte del olvido,
Y si es que el olvido es posible,
No tengo intenciones de pedir nada más.


Pero ya es muy tarde,
Siempre ha sido extremadamente tarde,
 Y mientras las gotas difuminan los sentidos,
El dedo dibuja ingenuamente la imaginación,
Que todo aquí ya está perdido,
Es mejor decir adiós.

Por: Juan José Cadena D.



miércoles, 17 de abril de 2013

Sin Comentarios


Todo se veía trastornado,alborotado, como un grupo de millones de pájaros que pasan de una alineación perfecta a una agrupación caótica de incoherencia. Es extraño darse cuenta que todo tiende a cambiar por el simple hecho de que la vida existe, darse cuenta de que hay un  motor dentro de casi todo lo que miramos que nos obliga a contar los segundos que nos quedan mirando el cielo,los arbustos, las historias y los cuentos. Nada parece tener sentido hasta que ese sinfín de colores extrañamente intensos se los da, esa masa moribunda que amenaza con morir o matarte, que vive saltando de un lado a otro en medio de incoherencias y grupos asfixiantes de adrenalina. Cuando la lucha comienza solo te queda tomar una partida que resulta siempre siendo la perdedora porque a fin de cuentas nada es perfecto. Así es como me hallo innumerables veces dando brincos por las manecillas del reloj, cambiando el paisaje y la perspectiva,cambiando de ideología y trasladando el todo de aquí para allá; pero nada, es imposible quedarse sin ese toque imperceptible de eternidad, sin esa pisca de continuidad, sin prestarle atención a ese proceso del que no tienes el mínimo control. Ya estaba lloviendo mientras sentado me daba cuenta que mis manos están llenas de agujeros, que mis pies se arrastran sin mi consentimiento y que el tope de las ideas se burla, que todo es irregular y paradójico, que ya no sé a ciencia cierta  de que manera definirme, si es que la palabra definición guarda algún sentido en el fondo de su esencia. Y de repente me encuentro con mi reflejo dando volteretas de un lado a otro, acróbata más por necesidad que por convicción, un mal intento de engañarme un poco más y esperar con ansiedad creciente que la respuesta proveniente de esa interrogante sea algo positiva. Ya no, ya nada, ya estoy lleno de malas intenciones que se tergiversan acariciando la línea que divide el bien del mal sin tomar un rumbo fijo; pero no soy yo el culpable de esa cadena de bizarros acontecimientos que parecen pasar inadvertidos en medio dela muchedumbre, es más bien un vigilante acto de presencia por parte de seres sobrenaturales que poseen cada molécula de mi cuerpo. Todo se ve un poco iluminado por un breve momento y vislumbro ese camino onírico que serpentea a lo largo y ancho del pasillo rectilíneo de mi permanencia en este mundo terrenal. Una sonrisa, todo se ve bien, muy bien, impensablemente bien. Pero no, ¿Cómo pude llegar a caer en el precipicio una vez más?, estoy cansado de darme lecciones claras, de enseñarme el 1, 2, 3, y parece que todo fuera un yoyo que se aleja solo para volver con un poco más de experiencia en sus entrañas. Maldigo el contradictorio azar que pone frente a mí la felicidad y luego juega con un leve movimiento de cerradura a dejar caer hasta el más minúsculo detalle de su perfección radiante y espontanea. Y claro, no podía ser de otra forma, toda esa red cálida que se dibujaba resulta siendo un engaño más y otra carcajada. Termina siendo la mayor muestra de la esclavitud que presento ante un grupo inimaginable de obsesiones, de perdiciones y de sueños inconclusos. Cuando ya no quedan ni cenizas no me queda más que soñar despierto de nuevo, encerrado en la tensión inicial de lo que jamás debió haber ocurrido. Soledad, gritos, locura.

Por: Juan José Cadena D.

domingo, 31 de marzo de 2013

Fiel a la Realidad


Fuiste una sombra ambulante y te pareció de cierta manera divertido, yo intentaba por mi parte encontrarle sentido a un par de palabras que se escaparon en medio de la bulla silenciosa, palabras que de seguro no valían más que un poco de saliva malgastada. Pero bueno, así se va la vida entre lamentos e incredulidades, buscando todos la manera de sentirnos útiles e importantes durante un tiempo incalculablemente corto, despreciable. Tu sonrisa se dibujaba de una forma tímida, como pidiendo permiso de a pocos entre un grupo de extraños, pero la verdad era muy poco relevante, en medio de tantas y tantas ocupaciones creo que solo yo lo noté. Luego empezaste a hablar y hablar mientras otro personaje fingía prestarte atención y un par de perros peleaban en la lejanía. Asentías la cabeza con incredulidad, tu interlocutor miraba de reojo las nubes que parecían hechas a mano y con extremo cuidado. Contacto visual y cambio de tema, risas incomprendidas que se supone nadie más escucha, sangre de perro fluyendo por la calle. No deberías haberte vestido de verde, se nota que nunca detallas el aura que emites por las mañanas, pues si lo hicieras hubieras estado de un azul oscuro. Te veías contradictoria, un gato persa sin cola o un águila ciega. Parecía que ocultases la importancia del eco de las noches anteriores, que intentaras mostrarte amplia y majestuosa, multifacética y ambigua, pero el resultado no era más que una pantalla quebrantable por cualquier leve movimiento de la Tierra.

Yo ya estaba cansado de verte y decidí dar media vuelta. Sol a toda potencia y pensamientos encontrados, nunca supe definir la base en la que puedo dibujar libremente mis cuentos infantiles, obteniendo como único resultado fijo la incomprensión de mí mismo y una serie de emociones demasiado fuertes. Todo vuela de un momento a otro pero nada puede ser bello, todo está impregnado de ese aroma putrefacto, de esa serie de demonios mal encarcelados que reclaman su lugar en la superficie para hacer catástrofes, pero a base de argumentos poco lógicos los voy convenciendo de que vuelvan a lo más recóndito de mi alma. Luego me encuentro con mi cuerpo desgastado y me visualizo en cierta prisión divina, el llamado “límite”, esa cara burlona de todos los que me han intentado ayudar en la vida, si es que ayudar es demostrarte que no sirves para nada. Ya nadie ladra por acá, y aunque me encuentre rodeado de almas parlanchinas, siento que todas andan cabizbajas y con una vela entre sus manos, claro está que sobre cada vela se posa una ligera llama verde que baila y baila siempre de forma diferente. Si mi vida fuera como todos la pintan de seguro estaba hipnotizado, pero no, nada es tan sencillo, y hasta la acción más simple se tiene  que observar de tantos ángulos como sea posible sin motivo aparente. Pero hoy me rebelé contra todas esas formalidades, a fin de cuentas estoy seguro que nunca las entendí. Alcé mi puño y grite por mi libertad sin saber muy bien qué es lo que significa, cuando te burlaste de mí a escondidas, confieso que sin pronunciar palabra te di la razón.

Te tomé la mano y te dije que nos fuéramos a desperdiciar lo que nos quedaba de tiempo juntos, tú me mirabas como diciendo que sí, como diciendo que no. Yo te acariciaba suavemente el cuero cabelludo mientras tú me mirabas como diciendo que sí, como diciendo que no. Yo lloraba y jugaba a ser mediador de mis pensamientos, a ser traductor directo de mi corazón, yo te veía con esa sonrisa tímida y esos dientes amarillentos, yo te hablaba tanto que te costaba respirar. Nada, yo solo quería una respuesta clara y ni eso podías darme. Quería darte un par de golpes, desfigurarte esa nariz puntiaguda, darte razones para que hicieras algo, para demostrarle al mundo que estabas viva, que no eras un montón de materia inerte. Tú ahí pasmada, como esperando que el viento te diera instrucciones claras, como un bufón al que se le acabó el repertorio. Yo ya no aguantaba más, saqué mi pistola y te la metí en la boca pidiéndote que movieras la cabeza, era una pregunta simple, cerrada. Sí o no. No sabías, no sabías nada, creo que hasta se te había olvidado tu nombre. Te saqué la pistola y dijiste mi nombre y mi fecha de nacimiento, la rabia llegó a su cúspide. Y en verdad lo siento, no te imaginas cuanto lo siento, lo dañe todo en un segundo. Después de tanto esfuerzo, sudor y lágrimas, todo lo envié al carajo. Pero admitamos que la culpa es compartida, si bien yo halé el gatillo, mi sangre no es la que manchó el retrato que estábamos haciendo juntos.

Por: Juan José Cadena D.

jueves, 28 de febrero de 2013

La Belleza de la Vida


Observo, respiro… sigo respirando mientras caminas en silencio. Lejos, luego un poco nada más, al rato tan cerca que siento sus partículas entrar en mis cavidades nasales, huele un poco a calle a las dos de la mañana con muertos deambulando a ambos lados del camino. Líneas verdes y rojas que se entrelazan, vacio total, intento de sabiduría que no llega a ser más que ráfagas de viento. Las ondas nos golpean, no soy yo, somos todos sintiendo una serie de patadas que nos obligan a arrastrarnos y suplicar un poco de piedad. Arriba, siga, sigo, seguimos, nadie se puede quedar atrás porque atrás no queda más que el tiempo, y si el tiempo no existe los muertos tampoco. Fuerza de tu parte, mascara, mentira y engaño, una serie de claroscuros que se desnudan sobre tu cabellera derritiendo esa sonrisa hipócrita que tanto te caracteriza, típico. Guerreros que no se mueven pero igual ganan, agrícolas que malgastaron sus manos en un par de tiros sin blanco fijo, acentos imitados por excelentes participantes, todos siempre terminan aplaudiendo aunque no sea merecido. Bulla, demasiada bulla desfilando por las vigas de madera, por los ventanales desajustados y el suelo que se extiende hasta el infinito. Estrella fugaz que apaga todo y no deja más que una habitación llena de cantos silenciosos, rabia y putrefacción. Luego todo desaparece en medio de las nubes terrestres, todo se vuelve un poco realidad, un poco palpable y un poco eterno, pero claro que no, claro que todo sigue siendo tan innecesario como siempre. Contraste de temperaturas con los pies flotando, te ves un poco borrosa, indefinida, un boceto que parece tener futuro pero quién sabe, mejor no me meto en esos cuentos y sigo estallando las palpitaciones para distraer mi mente. El desconcierto que suele llenar el espacio de tiempo y el tiempo de espacio, el hambre de sentir y decirlo, el sueño de poder dormir tranquilo y aliviado, todo junto y al mismo tiempo quebrantado, como un rompecabezas, como la vida ajena, como todo y como nada. Círculo, observo, respiro… sigo respirando mientras tu figura se arrastra llena de vacilaciones, luego caes en un abismo dando vueltas y vueltas, jugando a que el suelo y espacio terminan siendo lo mismo si giras con suficiente velocidad, te detienes, te ríes y te vuelves a caer para decir que no sabías lo que pasaría. El reloj da vueltas, no te mueves pero tus labios sí, a lo mejor  ya no me importa, o al menos eso creo, la verdad ni siquiera creo creer que entiendo mis creencias porque me parecen complicadas, entonces mejor hago al que no le importa y sigo respirando, respirando y observando, observándote. Al final ya no importas, solo eres un milisegundo que se transporta en el universo, una sumatoria de fracasos y de sueños quebrantados por la realidad. Rio, ríes, salto, salto, salto y saltas, saltamos… todos terminamos muriendo de una manera o la otra.


Por: Juan José Cadena D.

domingo, 10 de febrero de 2013

Un Poco de Nada



¿Dónde estás?
A veces creo que no quieres nada,
Ni siquiera que te encuentre,
Pero sigues ahí estática,
Hueles un poco a madrugada,
Húmeda, entorpecida, hermosa.
¿Eres tú?
A veces creo que nadie lo sabe,
Ni siquiera tú misma,
Pero sigues ahí desnuda,
Sabes un poco a media noche,
Helada, trastornada, brillante.
¿Por qué?
A veces creo que no hay motivo,
Ni siquiera las palabras,
Pero sigues ahí acostada,
Tu piel es un poco la muerte,
Locura, tempestad, perfección.

Por: Juan José Cadena D.



Nada Nuevo


No sé muy bien por qué sigo hablando, es uno de eso días en que los pensamientos se transforman irremediablemente en palabras y no hay papel y lápiz que den a vasto. De seguro todo guarda algún sentido, pero para serles sincero no me interesa en lo más mínimo siquiera pensarlo. Para mí las palabras no son más que palabras si no quiero que sean nada más.  Si hablamos de lo habitual les puedo decir que son apenas un poco más que nada, pero hoy son simples silabas que se distorsionan y caen en picada sobre una nube blanca que las absorbe. De seguro solo me mira para mantener su vista fija y evitar distracciones, yo no sé, sigo hablando y hablando esperando que nadie intente escucharme, que hagan lo que solemos hacer todos cuando entablamos una conversación, esperar con paciencia nuestro turno de expresarnos. Nunca pude llegar a un acuerdo por simple terquedad, y la verdad no me pesa, es más bien un orgullo reírse de tus propios errores, sabiendo que estás condenado a repetirlos una y otra vez hasta que todo se vaya. Los cambios suelen estar entrelazados con un poco de nostalgia y ganas de volver atrás, de repetir, de seguir en el equilibrio putrefacto en el que te encontrabas. A veces me escapo por simple rebeldía de mis sueños y mis sentidos, me quedo sentado, viendo mi cuerpo desde la comodidad de un palacio de cristal que nadie aguanta, todos no hacen más que criticar, y la respuesta suele tener algo que ver con la palabra “envidia”, típica discusión de gente que no tiene nada mejor que hacer que quedarse viendo los unos a los otros para compararse. Hoy todo se ve tranquilo aunque las olas golpeen sin misericordia las entrañas de la humanidad, todos nos vemos alegres mientras un barco invisible nos aplasta contra el suelo gritándonos que somos mortales. Siempre termina siendo el mismo ciclo, todo acaba y todo termina, si nada terminara no habría razón alguna para que los nacimientos existieran, y casi nadie entiende que todo fue diseñado para que nos sintamos poderosos en medio de penumbras que nos superan en fuerza y altura. Logré escaparme un solo minuto que pareció durar un par de años, relajación fingida en un rostro que se ve moldeado por la demencia, no vayan a preguntar por qué, es lo único que les pido en este momento. Que me fui y me quede al mismo tiempo, que el sol me estalló en la cara y me desfiguró un poco más, dejándome frente a un espejo subjetivo que sube y baja. No quiero hablar pero mis labios se mueven, allá al fondo se ve un rayo dorado que se despide sin haber saludado nunca, pasa más a menudo de lo que puedan llegar a imaginarse. Pero ya me cansé de todo, un beso y dos mundos que se quebrantan, es probable que esto dure para siempre, irreconciliable. Por ahora solo estoy en condiciones de sentarme y pensar, haciendo un esfuerzo enorme por acarrear mis males en silencio. Todo se apagó y no me queda más que sonreír de nuevo y decirles a todos cuanto los quiero con la mano derecha sobre el corazón.


Por: Juan José Cadena D.

lunes, 28 de enero de 2013

Brisa

La brisa que atraviesa la ventana y se queda atascada en algún adorno de importancia nula, los rayos de sol casi palpables que se deslizan con delicadeza extrema sobre ese par de hombros un poco desequilibrados. Plena luz solar, espectacular, sabor a naranja dulce recién levantado. Tras unos minutos solo quedan recuerdos que se esconden en la memoria, tratando de perderse en un laberinto en forma de espiral, sin darse cuenta que están condenados a dar vueltas y vueltas por el resto de la eternidad. La eternidad humana siempre ha sido un poco divertida, es como jugar con una pelota y hacerla rebotar muy alto, y cuando alzas la cabeza te encuentras con un encandilamiento feroz que arrolla tus sentidos. La pelota no está, de seguro es porque nunca existió. Mientras los pasos se pierden en la lluvia vuelve una imagen, luego dos, no, mejor que no sean tres, eso sería exagerar un poco. ¿Pero que sería de la vida sin las banalidades? Vale, que sean tres y una no muy clara, pero cuidado. No importa, al final haré de cuenta que se perdió en medio del camino, que fue ese relámpago que nunca se convirtió en trueno. Todo blanco y ella corriendo en zigzag, me recuerda una especie de pájaro de la que he escuchado un par de referencias, no recuerdo el nombre porque no me pareció relevante hasta ahora, mierda, ¿Cómo se llamara ese emplumado animal de huesos huecos?, ya no importa, es en el momento adecuado o nunca. La oscuridad que se va filtrando por entre los poros de mi piel, es un poco deliciosa y un poco malévola, me atrae y no lo negaré aunque sea lo políticamente correcto. Todo se juega al mismo tiempo, esto es muy confuso, ¿estás o no estás? Defínete de una vez. Mejor no, déjame con la duda y quítate la ropa, creo que será mucho más conmovedor que escucharte horas y horas hablar de la misma basura de siempre. Entiende de una vez por todas que eres una escalera sin final, una sobredosis de emociones clandestinas, un premio que se convirtió en castigo. No me toques si no pretendes arañarme, bestia deliciosa, hoy hueles a eso que siempre hace falta, a eso que dicen los libros que huele el otoño y el jazmín, hueles a delicadeza y maldad, a tigre, a tierra húmeda tras la lluvia, a infinito. ¿Otra vez con eso de lo infinito? No entiendo que pasa, siempre es lo mismo. ¿Otra vez siempre? Mejor me quedo en silencio, el que no tiene nada bueno que decir que se quede callado, y el que no tiene razón para vivir que se meta un tiro.  Tú eres eso que se escapa de las palabras, ese sabor exquisito que en el papel se ve como un elemento más de la vida, cambias perspectivas, cambias ideas, cambias intenciones. El agua fluye bajo mis piernas que se van dilatando, disolviendo, embelleciendo. ¿Por qué? No importa, no preguntes tanto que vas a terminar quedándote aplastado contra el tiempo. Pero no pasa nada, a fin de cuentas es solo la brisa que acaricia mi rostro humedecido, un suspiro, la calma, aquí no ha pasado nada.
                       
         Por: Juan José  Cadena D.

martes, 15 de enero de 2013

Hace Tiempo


Hace tiempo que te vengo esperando,
No sé por qué motivo,
Nunca lo he buscado por miedo a que no llegues.
Hace tiempo que te vengo observando,
No he descubierto qué tienes,
Pero estoy seguro que no te hace falta nada.
Hace tiempo que estoy aquí sentado,
Tú allá, al otro lado, desprevenida,
Yo aquí, desesperado, en silencio.
Hace tiempo que te he encontrado,
No  has cambiado nada,
Y aunque cambies sigues siendo igual.
Hace tiempo que el tiempo no existe,
¿Y por qué?
Porque hace tiempo que te quiero.

Por: Juan José Cadena D.