A
veces me hallo ante la intempestiva imagen de un par de desconocidos que usan
mi nombre. Otras veces me quedo paralizado ante la tentativa aparición de un
espíritu milenario. No sé, creo que muchas veces solo soy creencias y sueños
ajenos, un paradigma que se puede expresar en un algoritmo un tanto complicado.
Pero tampoco estoy seguro de no ser esa moneda que cae lentamente dando vueltas
mientras un espejismo ruidoso se regocija y emociona. Soy hierro, carbón y cal.
Soy la misma esencia con la que nací y con la que de seguro moriré. Soy la búsqueda
implacable de un futuro que se asoma temeroso en la ventana del quinto piso.
Ayer
soñé, pero digo que no soñé nada para no mentirme. Ayer fui fuego que se extingue
con una mirada diabólica. Ayer no fui yo porque no sé si existo. Ayer no fui
yo, de eso estoy seguro. Hace una semana me derrumbo en pensamientos un tanto
oscuros, pero ¿de qué vale matarse por un par de segundos? No lo sé, hace
tiempo que no sé nada más de lo estrictamente necesario.
Hoy
soy tiempo que se expande en busca de la eternidad, un aliento helado que
suspira entre garras salvajes de libertad. Hoy soy carne palpitante en busca
del destino. Soy retador, mariachi y asesinato. Hoy lluevo porque no sé ni
donde estoy parado. Y como si fuera poco, soy un trago amargo de alguna
medicina natural. Ya no soy lo que quiero ser porque hace tiempo que esto no es
un juego, ya no sé nada de lo que creía saber a consecuencia de mis sueños
frustrados. Todo se va volando mientras yo me quedo postrado bocarriba chorreando
babas, y trato de correr pero mis piernas no aguantan.
Me
acabo de dar cuenta que no hay mañana, pues me lo contaron un par de criaturas
voladoras. Yo quería ser un poco más de lo que doy, superarme y romper barreras
imaginarias. Yo también tengo imaginario egocéntrico colectivo, me gustan los
elementos sencillos de la muerte. Pero ya no importa tampoco, mejor hago culto
al silencio que habita en mí.
Por:
Juan José Cadena D.