Por
supuesto que en medio de tantas carcajadas asimétricas nadie puede sentirse del
todo tranquilo. Pero no se puede hacer nada para evitar los malabares engañosos
tras tres o cuatro corrientes eléctricas espaciadas tan solo por un par de
quejas y suspiros malolientes. Es cierto que las mentiras suelen algo
subjetivo, pero el hecho de mentirme suele acarrear consigo, de forma incierta
y ambivalente, una serie sucesiva de alambres de púas oxidados. A veces llega
el momento de aceptar las repercusiones siniestras de un pasado que parecía rectilíneo
y terminó siendo una esfera giratoria que va arrollando a su paso hasta la más
mínima esperanza de un mañana. Palabras incoherentes. Lluvia ácida de
pensamientos impuros sin importar la moral a la que se atenga tu alma
suplicante.
El
preferir estar andando entre sombras ambulantes me ha dado ciertos privilegios
un tanto oscuros, si se quiere, pero también me ha mantenido soldado a la
muchedumbre putrefacta que tanto suelo despreciar. Que fui y volví en un
parpadeo tan sintético como ficticio tan solo para perderme en un camino
inexistente en tiempo y espacio. Que sí, que aquí estoy rompiéndome los sesos
con unas garras invisibles pero existentes dentro de mí. Que existo desde el
sentido más controversial de la palabra. Que soy, desde una perspectiva lejana y taciturna, un
grupo de imposibilidades que toman rumbo hacia la utopía con plena conciencia
de su misma imposibilidad; un testigo omnisciente de la ridiculez misma de los
pasos al vacío y los asesinatos milimétricamente planeados de cada supuesto
obstáculo en una carretera submarina. Por eso hay pocas colijas tras un par de
muertes mal habidas, invisibles y poco relevantes. Por eso y mucho más el sol
sigue escondiéndose noche tras noche en medio de absurdas figuras celestiales.
Por eso hay murmullos en lo más profundo de un océano habitado tan solo por
razonamientos y sujeto a cambios impuestos por sí mismo pero igualmente
sorpresivos.
Es
inverosímil desenvolverse entre tantas ocasiones fantasmagóricas e ilusorias, y
de seguro llevo tiempo perdido, dando vueltas sobre un eje fijo una y otra vez.
Sin embargo, se hace evidente en medio de alaridos infernales, la poca ilusión
que me hace llegar a un punto fijo en el plano cartesiano de mi supuesta
existencia. Supongo que hay movimientos incomprensibles a través de los cuales hay
un transporte firme y fluido de una sensación satisfactoria. Tal vez he ahí el
entendimiento inoportuno. Tal vez no ha pasado nada en realidad. Tal vez somos
materia inerte que aliviana su eternidad con imaginación violentamente entretenida.
En
todo caso, siempre es mejor darle un poco más de tiempo al reloj, segundos a
las torres de babel que nos separan en cuestiones de espacio, lenguaje y
entendimiento de tanta sabiduría y estupidez que se amontona sobre nuestros
hombros. Es mejor tener la vista fija en ese cuerpo de luz que se revuelca
entre las calles mientras se debate entre la perfección y la realidad, tener
ese llamado lejano y ambivalente que nos invita a nuevas dimensiones porque en este
plano existencial no puede ser. Un poco de paciencia junto a un buen trago de
incomprensión y muerte. Olvido. Realidad. Vida.
Por:
Juan José Cadena D.