Ya la planicie se apodera de
todo, no hay lugar para nada más. La tierra se enfurece con los palmos de la
conciencia, ya se cansan los ríos y se cansan las montañas. El aire se aplasta
contra los arboles sin dejarlos hablar,
no quiere escuchar las piedras, no quiere saber nada al respecto. Ya las voces
se van calmando dejando la sangre fluir con normalidad, todo sigue su curso ¿y que más da? Las
lagrimas del mar se escabullen por las nubes, hace tiempo que el reloj sin
darse cuenta se esta moviendo, ¿Por qué transcurre todo con tanta pasividad?
Espero que hallan explosiones que no me tenga que inventar, que exista algo
grande allá en la verdad.
Pero no se mueven los pastizales,
no respiran las paredes ni el tejado, llueve todo el tiempo, aun en lugares cerrados.
Ya el abismo se cayó en el olvido, al igual que el dolor, la alegría y los
deseos, ya fluyó el caudal de los animales tibios, que no sienten los cambios
ni sienten el frio. Ya se cansó la música de bailar en los cristales
multicolores del poder, ya las acuarelas se tomaron cada cosa que era verde, y
ya cansado de no hacer nada el oso hormiguero se fue a dormir.
El sol se carcajeo al ver la
imagen palpitante del mañana, y atacó con su ignorancia el camino. El mundo
entero llegó a una conclusión, y hasta el más pequeño soldado levanto sus ojos
y aplaudió. Basta ya de tantas mentiras, basta ya de la realidad, callarse
nunca fue la salida, nada más puede quedar.
Por: Juan José Cadena D.
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