miércoles, 15 de febrero de 2012

Impulsos Vitales

Después de mucho pensarlo y consultarlo con lo mas profundo de su ser, se paró a dar vueltas en su habitación. Caminaba y caminaba con la mirada perdida y sus puños y mandíbula apretados, mientras sus músculos faciales temblaban en una fusión de nerviosismo, rabia y ansiedad. Daba pasos largos de un lado a otro mientras su alma le comunicaba a gritos que ya sabia lo que debía hacer, él la ignoraba y se hacia el sordo, aunque la música a todo volumen volaba por cada centímetro cubico de la habitación chocando contra techo, paredes y ventanas, rebotando hasta encontrar su camino hacia los tímpanos. Era fuerte y rápida, hacía que su cuerpo  se llenara de adrenalina, esa misma que lo obligó a levantarse y que lo hacía tirar un par de puños y patadas al aire, todo esto sin dejar de caminar. Estaba cansado de este estado tan patético en el que se encontraba, ese estado en el que la oscuridad pasa a ser lo mismo que la luz, ese estado en el que tu mente se llena de fuertes imágenes ancestrales y de utopías ridículas. No ponía atención a lo que hacía, estaba simplemente sumergido en algún distante océano entre los recuerdos y la imaginación.

Se quedó quieto un momento cuando tomó conciencia de sus actos, como un rayo que atravesó todo su cuerpo devolviéndolo a la realidad tras ese pequeño viaje por el tiempo y el espacio. Se sentó sin pronunciar palabra en el borde de su cama tan dura y firme como siempre, y fijó su fría mirada en la pared. Solo se escuchaba su respiración, tan profunda y a la vez tan agitada. Suspiró, se tumbó hacia atrás recostándose a lo ancho de la cama sin desprender sus pies descalzos del suelo y estiro sus brazos hacia los lados. Empezó a ver los fantasmas que lo perseguían, sus voces espectrales le recitaban esas palabras que quería escuchar, volviendo realidad sus sueños y llenando su vida de luz. Pero era tan solo un juego, era tan solo un recuerdo entristecido de una vaga ilusión. Los fantasmas entraron en lo más profundo de su corazón apoderándose de sus sentidos y demostrando la fortaleza de sus verdades.

No supo si estuvo sumido en sus sueños por muchos siglos o si su vida acababa de comenzar. Saltó de la cama para tomar con emoción y rabia ese objeto que consumía lentamente su vida. Sosteniéndolo en sus manos con mirada nostálgica, mientras su pecho emanaba una nube helada que se evaporaba por sus ideas y por su boca que delicadamente se secaba. Lo acarició sin darse cuenta, como mostrando la ternura y el respeto que guardaba hacia todo lo que significaba algo tan pequeño. Dejó que una gota rodara por su mejilla antes de hacer el acto final. Con todas las fuerzas que le quedaban lanzó el objeto contra la pared, destruyéndolo en millones de cristales que llenaron el ambiente de sonidos extraños, mientras el aire se empapó de colores de todos los tonos y sabores conocidos.

Llegó la calma, se rompió la cadena que lo ataba a su frustración, y luego quebró en llanto, incluso antes de darse cuenta que se había quedado sin razones para vivir.

Por: Juan José Cadena D.

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