Ella
dijo que también me quería
Una
noche que la llevé a su casa,
Dijo
que no podíamos estar juntos
Porque
pronto se iría y no quería
Irse
extrañándome más de la cuenta,
Pero
que me quería tanto como
Yo
la quería a ella y ese era
El
detalle más importante.
Se
despidió como si nada,
Conduje
hasta mi casa
A
toda velocidad mientras
Le
gritaba a todo pulmón
A
los transeúntes que
Estaban
en mi camino,
Llegué
a mi habitación,
Cerré
la puerta con seguro,
Saqué
mi libreta y escribí
Con
la mano temblorosa
Hasta
quedarme dormido;
Me
desperté temprano,
Salí
a trotar,
Vomité
en una esquina,
Seguí
trotando hasta
No
poder más,
Me
senté en una banca
Con
el corazón acelerado
A
ver pasar personas,
A
ver sus perros,
A
ver pasar el tiempo
Que
parecía arder
En
mi agitado pecho.
Regresé
a mi casa,
Comí
algo de cereal,
Me
bañé sin dejar
De
pensar en ella,
Me
sequé,
Me
acosté en la cama,
Encendí
un cigarrillo
Y
desnudo me dispuse a leer
Lo
que había escrito hace
Tan
solo un par de horas;
Basura,
Nada
más que basura irracional,
Metáforas
demasiado obvias,
Ideas
repetitivas e inconexas,
Pésima
caligrafía potenciada
Por
un par de lágrimas
De
las que ahora me
Sentía
avergonzado,
Nada
concreto,
Nada
conmovedor,
Nada
que pudiese llegar
A
ser universal,
Nada
que pudiese llegar
A
interesar a alguien
Más
allá de mí mismo.
Arranqué
las páginas
Una
por una
Y
las quemé de igual manera
En
el patio con la
Certeza
de que podía
Hacerlo
mucho mejor;
Nunca
me tomé el tiempo
De
escribir sobre el tema
De
nuevo porque hubiese
Sido
un tanto deshonesto,
Pero
claro que lo puedo
Hacer
mucho mejor,
Puedo
hacer algo
Que
valga la pena.
“No
es culpa de nadie”,
Me
repetí incontables veces
Mientras
intentaba olvidarla
Y
transcurrían los meses
Con
cada uno de sus
Interminables
días,
“No
es culpa de nadie,
Maldita
sea,
Fue
tan solo una
Mala
jugada del reloj,
Un
guiño del destino
Que
a veces nos demuestra
Su
inútil existencia,
Una
mala mano,
Falta
de sincronización”,
Y
en verdad que no había
A
quién culpar ni razón
Alguna
para buscar culpables,
Pero
los días pasaban
Y
las ya añejas fotografías
Parecían
seguir teniendo
La
única llave para entrar
Al
utópico paraíso de
Aquel
ser que ahora habitaba
Al
otro lado del planeta,
Haciendo
de la imaginación
La
única herramienta capaz
De
llevarme hasta esos
Labios
que por poco,
Por
muy poco,
Fueron
míos.
Me
envió una carta perfumada
Escrita
sin planificación alguna
Y
de seguro pensó que con
Aquello
bastaba para mantener
Atadas
nuestras almas hasta
Su
ya próximo regreso,
Pero
ya el tiempo había pasado
Y
no le di mayor importancia
Más
allá del egoísmo,
Pues
me di cuenta de inmediato
De
que mis ocho páginas
Escritas
con pésima caligrafía
En
aquella frenética noche
Eran
muy superiores
A
esas veinte líneas
Firmadas
con un beso
Creo
que no quería verla,
Pero
me llenaba de emoción
El
que ella me viera y se
Diese
cuenta de que había
Sobrevivido
a su rechazo,
De
que era fuerte,
Más
fuerte que el amor
Que
aceptamos sentir
Por
el otro aquella noche,
Más
fuerte que una bofetada
A
los ideales que tenía,
Más
fuerte que su perfume,
Que
la imagen de su cuerpo,
Que
las palabras que había
Dejado
caer de manera
Despreocupada
sobre aquel
Papel
que había volado
Por
encima del atlántico.
Ella
habla con mucha elocuencia
Y
parece tener siempre la razón,
Creo
que por eso me gusta tanto
Hablar
con ella e invitarla
A
que bailemos juntos;
Ayer
hablamos mucho
Y
nos dimos un beso
Para
despedirnos,
Un
beso con sabor a nostalgia
Que
no significa nada,
Que
no creará recuerdo alguno
Y
se habrá desvanecido
En
un par de semanas;
Ella
ya no existe,
Es
cierto,
Pero
aún creo que puedo
Escribir
algo mejor
Y
eso es lo que
En
verdad importa,
Supongo.
Por:
Juan José Cadena D.
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