Admito
que no andaba buscando nada,
Que solo
quería mantenerme despierto
Mientras
el reloj daba sus vueltas matutinas
Y la
luz se encendió desde el otro lado del pasillo.
Admito
que no hice nada para evitarlo,
Que el
mundo se encogió de repente
Para
que pudiéramos hablar de sinsentidos,
Para
sentir que podíamos morir ahí
Entrelazados
en una vaga esperanza
Con sabor
a tabaco y eternidad.
Entonces
fue necesario sacudir las manos
Para
fingir que éramos los mismos,
Para
ser portadores de alas infernales,
Para
no olvidar nuestros silencios,
Nuestras
culpas.
Admito
que sabía que era incorrecto,
Que caminaba
con mi moral a cuestas
Por un
camino estrecho y sin final aparente
Con plena
consciencia de mis actos;
Jugando
a ser un fantasma,
A
existir de vez en cuando,
A estar
un poco perdido
En paisajes
que frecuento y desconozco.
Admito
que sentía,
El universo
era un afluente infinito
De
sensaciones al alcance de mi mano
Desdibujándose
tan solo para resurgir,
Para
mostrar la importancia de su ser;
Y no
importaba el cielo sobre mis ideas,
No importaban
los espacios en blanco
Que se
interponían con fuerza bestial
Entre
espiraciones longevas de confianza
Nacidas
en una dimensión inexistente,
No importaba
dejar de lado los días
Enmarcados
entre noches irreales
Que reconocieron
nunca concluir;
Una
minúscula eternidad.
Admito
que fui franco,
Era
el momento de emprender un viaje,
Llevaba
un morral lleno de recuerdos
Resguardados
por una botella de vino
Que nunca
sentí la necesidad de mostrar.
Admito
que me desesperé,
No
tenía manera de estar ocupado,
De modo
que revoloteaba entre sueños
Desempolvando
teorías, reviviendo marionetas,
Dándole
itinerarios vagos a mis pensamientos.
Pero
el tiempo siempre se termina
Cuando
se habla de nosotros los mortales:
Por eso
la sequía se convirtió en promesa
Mientras
la promesa se transformó en olvido.
El
problema es que el olvido se camufla
Con la
perfección inaudita de la lluvia,
Entonces
se siente el aire más liviano
Y las
miradas se entrecruzan con naturalidad,
Pero
admito que no era tan temprano,
Los espejos
son mecanismos propios
Que el
instinto juzga mejor que la razón;
La
lluvia es agua y nada más.
Admito
que las noches siguen siendo largas,
No eternas,
es cierto, pero insoportablemente largas.
Admito
que las distracciones no son suficientes,
La vida
aún existe entre parpadeos inconclusos
Y el
problema es que no hay problema alguno.
Admito
que hubo relámpagos de expectativa
Que se
escurrieron entre frases mal elaboradas.
Admito
que se me acababan los segundos
Y no
podía hacer más que mirar el cielo
En busca
de una pregunta más, de un rostro.
Admito
que mi alma no podía estar más contenta,
Que las
materias de esa índole nos son ajenas
Y no
nos queda más que sentarnos y observar
Sentados
en el mismo lugar de siempre,
Donde
solíamos encontrar nuestros demonios,
Nuestros
más profundos errores.
Admito
que fue mi culpa,
Que el
remordimiento no me alcanza
Por el
simple correr de mis sentidos,
Por el
trotar descalzo sobre tierra santa
Entre
sollozos ajenos que nadie escucha.
Es
extraño transitar las mismas calles
A
sabiendas de que todo es diferente,
Nostalgia
que empaña los cristales,
Siempre
a la espera de algo más.
Admito
que no quiero volver a sacudir la mano,
Aun
estando seguro de que esta vez es necesario.
Admito
que se me acabaron las palabras,
Aunque
los gestos parecen no cumplir su labor.
Admito
que no quiero retroceder el tiempo,
Que me
topé con mi más ansiada fantasía,
Que es
inmensurable el calor de las palabras,
Que,
a fin de cuentas, no andaba buscando nada.
Por:
Juan José Cadena D.
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