lunes, 29 de diciembre de 2014

5:50 p.m.



Se conocían hace un poco más de dos años,
Pero no tenían idea de qué decirse
Estando frente a frente en aquel muro.
Sus perros correteaban,
Se olfateaban,
Se revocaban,
Iban hasta el poste de luz y volvían
En una carrera frenética
Con la lengua afuera;
Sus ojos seguían los movimientos perrunos
Con displicencia,
Por inercia.
El viento sacudía las ramas de los árboles
Y la rojiza cabellera que, sin quererlo,
Ocultaba aquel rostro de su vista,
Volviéndola una figura esquelética
Luchando por volver a ser humana
Con la ayuda de su mano izquierda.

Su cachete izquierdo era admirable,
Tan pulcro que se sentía feliz de solo verlo.
El sol daba paso a la luna y sus estrellas
En un aura purpurea que los rodeaba,
Los arreboles se contagiaban de colores extraños,
Tonos amarillos,
Altibajos violetas,
Trasfondos aguamarinas,
Potentes anaranjados
Que lo hacían pensar en tiempos pasados,
En despedidas que parecen no terminar del todo
Debido a que se retuercen entre tus cejas
Y no había charla,
Ni siquiera el mínimo asomo de interés
Por el otro
Que suele manifestarse en la forma de mirar,
En la incomodidad de las retinas.
Ella seguía impávida y él la deseaba,
Ambos en secreto pensaban en besarse,
Ambos en secreto se encontraban
En un baile sin comienzo fijo
Que suele finiquitar en el orgasmo;
Creían conocerse,
Entenderse.

Los perros, ya cansados,
Reposaban en el prado cortado hace pocos días
Y parecía importarles poco el mundo,
Si alguien estaba llorando,
Sangrando,
Muriendo;
Ellos solo respiraban el aroma
Creciente de la noche
Con sus sucios pelajes sobre suelo firme,
A la espera de la hora de comer,
A la espera de la hora de dormir,
A la espera de la hora de salir de nuevo
Y revolcarse una vez más entre los árboles
Que parecían tocar las nubes con sus ramas
Mientras despreciaban el suelo con sus hojas,
Su pequeña porción diaria de muerte.

Él la miraba y la deseaba,
Reconstruía su cuerpo desnudo bajo esa blusa,
Recordaba el palpitar acelerado de aquel corazón;
Buscaba la manera de acelerar el suyo,
Escarbaba recuerdos,
Destruía personajes,
Escribía arrepentimientos llenos de sinceridad.
Ella no lo miraba aunque quería hacerlo,
Se preguntaba el porqué de esa barba desarreglada,
De ese olor a vino barato entre sus dientes;
Sonreía aunque fuera solo para ella misma.
Qué lindo sería el mundo sin ataduras,
Qué triste sería el mundo sin amor,
Qué extraño sería el mundo sin palabras;
Qué lindo sería el mundo si sostuvieran la mirada,
Qué triste sería el mundo si se desnudaran
Y se encontraran con otro espejo de egoísmo,
Con dos perros que se corretean en el parque
Sin pensar,
Sin soñar,
Sin reconocerse.
Qué extraño sería el mundo si se fueran,
Si cada uno le pusiera la correa a su perro
Para arrastrarlo hacia la inmundicia cotidiana
De un hogar como cualquier otro,
Con comida,
Con itinerarios,
Con una cama,
Con sueños;
Qué extraño sería el mundo si se dieran la espalda
Escuchando por un momento el silencio,
Dándose cuenta de que el deseo muere,
De que existen recuerdos que se esfuman
Dejando tan solo un fantasmagórico rastro
Construido por frustraciones ajenas.

Nadie notó que se miraban.
Ella le hizo un gesto con la mano
Que fue respondido con un ademán similar,
Hablaron del clima,
Del vecindario,
Del futuro,
Del pasado,
Y, por supuesto,
De los perros.

Por: Juan José Cadena D

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