miércoles, 1 de febrero de 2012

El Camino

Y sigo dando pasos sin rumbo alguno, tan solo guiado por mi subconsciente que esquiva las piedras y  los huecos que se atraviesan en mi camino. Mientras tanto mi mente no sé donde esta, viendo personajes sobre los que algo he leído alguna vez, o imaginando cada minucioso detalle de un plan utópico que se que jamás realizare  por cuestiones que van mas allá del alcance de mis manos débiles en espíritu. Mis ojos están fijos en el piso, ¿si no tengo rumbo porque habría de ver hacia donde voy?, miro como paso del cemento al pasto, del pasto al cemento sin gran asombro, como si esta ruta fuera parte hace tiempo de mi día a día, aunque en el fondo sé que no sé donde estoy. Los sonidos entran y entran sin parar, no estoy seguro sin son voces de mi imaginación o realidad, suenan tan claro, tan felices, tan llenas de vida. No puedo evitar que una o dos lagrimas caigan, ¿Qué importa? A fin de cuentas nadie las va a ver. Por instinto levanto la cabeza y miro a mí alrededor, sabia que nadie estaba ahí, pero ¿Quién le huye a los instintos? Por lo menos yo no. El aire se hace pesado, difícil de respirar, me quedo quieto unos segundos solo para darme cuenta que no hay motivos para parar, sigo caminando  sabiendo que falta mucho para terminar. No hay motivos para ver el reloj, casi no se mueve o se mueve muy rápido, siempre es igual, nunca puede ir a la velocidad que corresponde al momento, nunca puede darnos esa alegría que tanto hace falta en cada momento de la vida. Empieza a oscurecer, no queda mucho para que la luna se tome el cielo la grandeza de su inspiración, y eso debería alegrarme un poco, pero no lo hace, no causa relevancia en mis profundos pensamientos sobre como seria mi vida si hubiera o no hubiera hecho algo, de cómo la vida se define por decisiones y oportunidades que la mayoría de las veces tomamos a la ligera por afanes tontos o presión. Me siento en una silla del camino para ver el color del cielo al atardecer, es hermoso y no cabe duda de eso en mi cabeza, como de azul pasa a rojo, a morado, a naranja, a morado, a negro en una constelación de espacios que me llenan de emociones, como si el cielo tuviera alma y en ese momento estuviera mostrándose a todos nosotros. Pasado el espectáculo que tampoco logro despertarme de este transe en el que estoy, decido caminar, volverme uno mas que ves por la ventana de tu carro al pasar, decido perderme en la inmensidad del mundo, ser invisible para todo aquel que no me conozca, todo eso mientras me doy cuenta que aun no se adonde voy, puedo ir adonde quiera, no tengo ningún afán, pues para el que no tiene destino cada paso es una aventura mas.
Por: Juan José Cadena D.

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