domingo, 8 de febrero de 2015

En una nube

Estábamos sin preocupación alguna
Entendiendo que a la vida,
De vez en cuando,
Le gusta dejarnos solos,
Recostados en una nube
Para ver nuestro comportamiento,
Darnos un respiro con sabor a menta
Que ha sido pagado hace tiempo
Por el incesante proceso de nacer,
De rehacerse en medio de la jungla,
Del hostil recuerdo de aquella mañana
En la que no fuiste capaz de llorar.
Ella hacía movimientos lentos,
Delicadeza absoluta
Disfrazada en palabras tenues,
Rumores de un salto al vacío
Construidos por obreros torpes
En los que la pereza asoma
Una o dos veces por semana,
Por aldeanos inocentes
Intentando huir de la rutina,
De aquel volcán en erupción
Dibujado en los arreboles del paisaje.
Tenía una postura laxa
Reflejada en los serenos tonos
De su vestimenta,
Una vestimenta descomplicada
Que resaltaba su belleza natural;
Es una de esas personas que deambulan
A sabiendas de que todo se proyecta,
De que el cabello arremolinado
No tiene tanta importancia
Porque nadie lo notará,
O lo notará para hacer alguna broma
Que no tenga mayor importancia;
Una de esas personas que callan
A sabiendas de que hay momentos
En los que hay que escuchar el viento,
El salpicar del agua,
El murmullo de terceros
Que intentan generar sentido
Desde alguna idea o algún objeto;
No, no es una persona parca,
Es tan solo un garabato alegre
Delineado por mano propia
Que comprendió desde muy joven
Que no hay un camino fijo,
Que la belleza suele recaer
En una mirada distraída
Resbalando sobre una sonrisa,
Que el infinito es un par de horas
En las que no pasa nada extraño,
En las que todo fluye con tranquilidad
Y parece existir música de fondo,
Un tintineo esporádico,
Un merodeo instintivo
Revoloteando sobre nuestros cuerpos
Traducido en un movimiento fijo,
Ir y venir mientras se escucha,
Mientras nos miramos,
Mientras existimos
A través  de pensamientos ajenos
Solo para entender
Que la muerte no puede tomarnos,
Que su transitar no es irrelevante
Porque la hemos mirado a los ojos,
Porque hemos creado un instante
En el que podemos ocultarnos,
Por tratarse de nosotros mismos,
En el inmensurable lago de la existencia
Que aún nos juega un par de trucos,
Que nos obliga a seguir adelante
Tras haber desquebrajado
Las leyes naturales,
Los impulsos racionales,
El universo que se  posa,
Desde el principio de los tiempos,
En un punto fijo.
Nos dedicamos a edificar,
A concebir acciones foráneas
Que no nos resultaron impropias,
A juguetear entre afonías,
Entre brincos repentinos
Vestidos de ayudantes invisibles,
Comprendiendo que las palabras
No son lo único que comunica,
Que las manos hablan
Un lenguaje propio,
Uno un poco más honesto,
Más puro;
Conexión,
Estar en el lugar correcto
Dando por sentado que
Siempre es el momento exacto
Que no hay por qué forzar las letras,
Que es mejor respirar con calma,
Sintiendo el mundo inundarte
Bajo aquella maquinaria
De creación y presente
Que te reconcilia con el mundo,
Con tus dolores de espalda,
Con el frío a medianoche,
Con el tener que recorrer
Una larga distancia
Para poder saciar tu sed.

Así pasa el tiempo,
Melancólico por no quedarse quieto,
Organizado en un lugar exacto
Al que puedan llegar visitas
Cuando menos las esperas,
Alabado por seres mordaces  
Menguados por la lluvia
Irregular que les tocó vivir;
La locura de querer quedarse inmóvil,
Anclarse a esa sonrisa, a esos ojos.


Por: Juan José Cadena D. 

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