Era
temprano y el mundo me pareció pequeño,
Una
sala de televisión, un balón de fútbol,
La
incesante lucha por dejarse ver
Y
luego correr a esconderse de nuevo.
El
aire ni siquiera definía su olor
Por
andar escurriéndose una y otra vez,
Una
lucha interminable con la nada,
Con
el silencio irónico que se posa
Entre
la eternidad y la boca del estómago,
Con
las hojas muertas que se balancean
Para
no dejar su muerte en un punto fijo.
Era
temprano y no había gente en las calles,
Estructuras
desoladas y sin sombra,
Murmullos
asesinados por la euforia
Desenfrenada
de un transeúnte negligente.
El
cielo no tenía un color exacto
Por
andar jugando a ser dios,
Por
corregirse a sí mismo,
Por
recrearse infinidad de veces,
Por
querer ser y aparentar al mismo tiempo
En
un momento equivocado.
Era
temprano y no tenía ganas de salir,
Un
alma nostálgica, un parpadeo imperfecto,
Desentenderse
del mundo ya existente
Para
crear uno a tu medida,
Sin
números primos ni explosiones,
Con
un sentido laxo y literal.
Los
sonidos se deslizaban con suavidad
Entre
las ventanas abiertas de par en par,
Dejando
vibraciones banales
Que se
rompen tras un fugaz existir,
Tras
una vaga ilusión,
Tras
un chispazo de alegría.
Era
temprano y tal vez ese era el problema,
Que
el tiempo existía pero no pasaba,
Que
el infinito se hizo presente
En
el peor momento posible,
Que
andaba esperando una noche
Que
no llegaba a materializarse.
Era
temprano y me acostaba boca arriba.
Era
temprano y el bombillo seguía apagado.
Era
temprano, era temprano, era temprano.
Yo
me despeinaba los segundos,
Me
arrancaba uno a uno los momentos,
Estornudaba
horas enteras,
Y se
me caían los instantes;
Pero
nada,
El
universo inmutable se burlaba.
Era
temprano y el sol se apagó de repente.
Por:
Juan José Cadena D.
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