miércoles, 17 de abril de 2013

Sin Comentarios


Todo se veía trastornado,alborotado, como un grupo de millones de pájaros que pasan de una alineación perfecta a una agrupación caótica de incoherencia. Es extraño darse cuenta que todo tiende a cambiar por el simple hecho de que la vida existe, darse cuenta de que hay un  motor dentro de casi todo lo que miramos que nos obliga a contar los segundos que nos quedan mirando el cielo,los arbustos, las historias y los cuentos. Nada parece tener sentido hasta que ese sinfín de colores extrañamente intensos se los da, esa masa moribunda que amenaza con morir o matarte, que vive saltando de un lado a otro en medio de incoherencias y grupos asfixiantes de adrenalina. Cuando la lucha comienza solo te queda tomar una partida que resulta siempre siendo la perdedora porque a fin de cuentas nada es perfecto. Así es como me hallo innumerables veces dando brincos por las manecillas del reloj, cambiando el paisaje y la perspectiva,cambiando de ideología y trasladando el todo de aquí para allá; pero nada, es imposible quedarse sin ese toque imperceptible de eternidad, sin esa pisca de continuidad, sin prestarle atención a ese proceso del que no tienes el mínimo control. Ya estaba lloviendo mientras sentado me daba cuenta que mis manos están llenas de agujeros, que mis pies se arrastran sin mi consentimiento y que el tope de las ideas se burla, que todo es irregular y paradójico, que ya no sé a ciencia cierta  de que manera definirme, si es que la palabra definición guarda algún sentido en el fondo de su esencia. Y de repente me encuentro con mi reflejo dando volteretas de un lado a otro, acróbata más por necesidad que por convicción, un mal intento de engañarme un poco más y esperar con ansiedad creciente que la respuesta proveniente de esa interrogante sea algo positiva. Ya no, ya nada, ya estoy lleno de malas intenciones que se tergiversan acariciando la línea que divide el bien del mal sin tomar un rumbo fijo; pero no soy yo el culpable de esa cadena de bizarros acontecimientos que parecen pasar inadvertidos en medio dela muchedumbre, es más bien un vigilante acto de presencia por parte de seres sobrenaturales que poseen cada molécula de mi cuerpo. Todo se ve un poco iluminado por un breve momento y vislumbro ese camino onírico que serpentea a lo largo y ancho del pasillo rectilíneo de mi permanencia en este mundo terrenal. Una sonrisa, todo se ve bien, muy bien, impensablemente bien. Pero no, ¿Cómo pude llegar a caer en el precipicio una vez más?, estoy cansado de darme lecciones claras, de enseñarme el 1, 2, 3, y parece que todo fuera un yoyo que se aleja solo para volver con un poco más de experiencia en sus entrañas. Maldigo el contradictorio azar que pone frente a mí la felicidad y luego juega con un leve movimiento de cerradura a dejar caer hasta el más minúsculo detalle de su perfección radiante y espontanea. Y claro, no podía ser de otra forma, toda esa red cálida que se dibujaba resulta siendo un engaño más y otra carcajada. Termina siendo la mayor muestra de la esclavitud que presento ante un grupo inimaginable de obsesiones, de perdiciones y de sueños inconclusos. Cuando ya no quedan ni cenizas no me queda más que soñar despierto de nuevo, encerrado en la tensión inicial de lo que jamás debió haber ocurrido. Soledad, gritos, locura.

Por: Juan José Cadena D.

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