domingo, 25 de noviembre de 2012

Una Leve Sospecha



Siempre he sido un poco complicado, desde que tengo memoria he sido una persona llena de detalles extraños que saltan a la vista. Soy introvertido y me encanta criticar a las personas, sentirme superior mientras sacó cada imperfección de los otros a la vista, reírme en las narices de los otros mientras sé que no pueden decir nada para desmentirme. Soy como una cucaracha, el otro día entre al baño y estoy seguro que eso fue lo que vi en el espejo, una criatura andrógina llena de llagas que expulsaban pus a presión y ensuciaban las paredes y el techo, me metí a bañar inmediatamente y salí siendo el mismo pedazo de mierda de siempre, ni siquiera supe como sentirme al respecto. Me gusta escuchar el sonido del silencio cuando tengo la certeza de que no proviene de la nada, y puedo jurar que en esos momentos ni siquiera pienso, simplemente entro en trance y me deslizo con suavidad por las colinas heladas al medio día, es la mejor sensación que he podido descubrir hasta el momento. No me considero una maquina sexual, a diferencia de muchos que conozco, asumo que algún día así sea por error terminare introduciendo mi semen en alguna vagina flácida y quedare encartado para siempre con un hijo que seguramente me odiara, y lo peor de todo es que me va a tocar “amarlo” porque así lo dicta el código ético moral que rige el mundo. Por eso no me masturbo así tenga el miembro más inflado que el margen de ganancias del Vaticano, es un error de la naturaleza que los humanos se reproduzcan, ilógico desde cualquier punto de vista, empezando por el hecho de traer otro pobre niño inocente a que lo devore esta sociedad de mierda.

El otro día estaba en medio de alguna clase de poca importancia, nunca he podido tomármela en serio por andarle viendo la cola y las tetas a la profesora, quien además de todo no puede pronunciar bien las eses, y termina hablando como una centroamericana que intenta imitar el acento vasco, sin éxito por supuesto. La profesora es una monita recién graduada de alguna universidad de poca monta, no está muy segura de cómo manejar los estudiantes y siempre trata de entendernos y escucharnos, como si no supiera que todos los estudiantes con un poco de sentido común solo tratan de aprovecharse de su suavidad, pobre ingenua. Normalmente en esa clase no hago más que escribir, me siento en el último puesto junto a la ventana y me tiro de lleno al mundo de la literatura en movimiento, siempre que acabo algún escrito lo doblo de forma sistemática, aprendida tras muchos intentos fallidos, y lo vuelvo un pequeño avioncito de papel, lo arrojó con todas mis fuerzas por la ventana del tercer piso y veo como planea de forma delicada sobre la calle antes de ser aplastado por algún carro o los pies de un transeúnte distraído. He ahí el fin de mi arte, me niego rotundamente a prostituirla como han hecho tantos, es solo mía, el rugido de mi alma que se transforma en frases que me mueven, no tienen que mover a todos, solo a mí. La profesora trató de hacerse la de carácter fuerte e interrumpió mis pensamientos diciendo “señor Morales, ¿podría repetirle a la clase lo que acabo de decir?”, la miré de reojo con el pulso sanguíneo acelerando en mis sienes, me erguí en el asiento y clave mi mirada en sus ojos oscuros, trastabillo dando un paso hacia atrás y vi en su rostro la firme intención de decir algo, me le adelanté, “Me gustaría repetirlo querida profesora, pero lo que usted dijo es una absoluta barbaridad, cuando diga algo que al menos tenga sentido o esté comprobado, con mucho gusto lo repetiré ante todos mis compañeros.”. Su mirada se hizo lisa mientras yo me volteaba para lanzar un poema a las afueras del edificio en forma de avioncito de papel, como noté el silencio absoluto en el salón decidí agregar “Y por favor no me molesten más que yo estoy aquí tranquilo”. Desde ese día no he vuelto a cruzar palabra con esa señora, el otro día la salude al entrar al salón y me anotó falta por irrespetarla, me alegó que en mi saludo le había estado mirando el busto, y no lo voy a negar, esas tetas se ven deliciosas. Ahora solo me siento en esa clase a imaginar como la secuestro y le corto los dedos de las manos y los pies antes de violarla y matarla con mis propias manos, estoy seguro que nadie la extrañaría, es un ser que no marca diferencia positiva alguna en el mundo.

Me gusta mucho manejar, pero eso sí, manejar rápido, sintiendo como el aire entra por la ventana abierta hasta la mitad, sacudiendo el mundo que he formado a base de acelerador. No me importa si estoy solo o acompañado, sentado frente al volante me siento la persona más sola del universo, siento que me convierto en una maquina con propósito definido, un montón de conectores que hacen “click” en mi cuerpo para llegar a algún punto de la lejanía. Luego miro de reojo a la derecha y encuentro el cuerpo presente de la ausencia, siempre he querido que ella esté ahí sentada a mi lado, sintiendo el viento que entra a ráfagas por la ventana entreabierta, pero nada. No sé si sea lógico extrañar a alguien que nunca ha estado ahí, pero así es, no encuentro otra forma de describirlo. Es su lugar y punto, si alguien más lo ocupa es porque ella se lo ha prestado por medio de telepatía, o el universo encontró la forma de que ella accediera sin que el otro se diera cuenta, no lo sé y no me importa, solo estoy seguro de que es así. Doy las curvas bien cerradas para ser empujado hacía el espacio vacío a mi derecha, esperando que de alguna forma este desaparezca ante mi tentativa de ocuparlo, pero solo encuentro su imagen diciéndome en voz baja “no te preocupes, yo te lo presto, solo recuerda que cuando te lo pida debes devolvérmelo sin vacilar”, y como el perro obediente que soy me vuelvo a abrochar el cinturón de seguridad y llego a ciento veinte kilómetros por hora. Siempre peleó con todos los que se me atraviesan por el simple gusto de ver su cara llena de odio y su dedo del centro levantado, sus palabras son las mismas, gritos soeces que se pierden en el viento que roza mis llantas, y se va diluyendo en mis carcajadas.

Anoche no dormí nada por andar pensando en los colores que se esconden detrás del arco iris, estoy seguro que no es más que una burocracia que impide que los colores de clase baja no sean exhibidos, así funciona todo en el mundo humano, la ley del más fuerte y el más bonito, aquí siempre se sabe quién va a ganar antes de que empiece la pelea, eso le quita gracia pero le sube intensidad a cada segundo que se consume. Estuve meditando, inventando historias sobre el nacimiento del primer humano, el uso de la razón como nueva divinidad, una alcanzable pero amorfa, abstracta, totalmente impalpable. Cuando duermo siempre sueño lo mismo, estoy perdido en una isla que parece más una prisión, ahí me encuentro con ella desnuda pero censurada por tres hojas de mierda que me gustaría destrozar con los dientes. Le hablo y no me entiende, me habla y no le entiendo, pero siempre me levanto feliz porque al menos hay un espacio en el universo en el cual nos miramos a los ojos. Es triste depender de los sueños para estar tranquilo, pero es la única forma legal de ver otra dimensión, y no les voy a mentir, es una dimensión mil veces mejor que la nuestra, sin muertos todos los días, masacres, abusos de poder, ni monas estúpidas que no saben hablar, si no fuera por esas tres hojas que la censuran sería un mundo perfecto. A veces pienso que si el  mundo de los sueño fuera perfecto no habría razones para despertar, compraría muchísimos calmantes y me acostaría a tomarme uno por uno, pasándolos con agua, y entrar a ese mundo poco a poco, con mucha suavidad para no perturbar la paz. La muerte debe ser muy similar a los sueños, solo que en vez de encontrarte como una persona o un animal en un mundo sin sentido serías el mundo en sí, sintiendo como los ríos te atraviesan, como las montañas se van alzando entre tus brazos que ahora son eternos. ¿Pero entonces qué sería el sol? ¿Acaso todos somos sol?, la energía que nos deja vivir proviene de allá arriba, y por lo tanto el sol se ha convertido en innumerables partículas energéticas que transitan nuestro cuerpo a cada instante, volviéndonos pequeños cuerpos celestes que deambulan en una esfera de tiempo y espacio continuos. Por eso no duermo tan seguido, me da miedo que me termine convenciendo de quedarme, aceptando esas tres hojas como parte de la belleza subjetiva, así como he aceptado su tono de piel, la trenza que dibuja la caída de su pelo y el sonido que proviene de sus cuerdas bucales como melodía inédita para mis oídos.

Ya ni siquiera estoy seguro de si estoy escribiendo o estoy pensando, creo que al comienzo estaba acostado en mi cama viendo el techo, tres manchas de humedad que ahora son como mis hijas. Pero ya no sé ni donde estoy parado, ¿Estaré parado?, solo veo muchas imágenes que se interponen y se atacan entre ellas, alegando que ellas son la verdad absoluta y que me dejen tranquilo. Yo solo quería sacarme a esta mujer de mi cabeza, quería hacer catarsis y que se quedara todo lo que siento por ella en un pedazo de papel, doblarlo con dulzura en forma de avioncito de papel y lanzarlo en llamas a la calle. Dicen que el primer amor nunca muere del todo, yo creo firmemente que ningún amor muere, es como la materia, solo se transforma y tergiversa. El odio es una clase de amor, uno inentendible, una obsesión que desgasta al más fuerte y lo deja como un saco de huesos que bombea sangre. Yo ya ni sé si la amo o la odio, o simplemente tengo muchas ganas de sentarme a hablar con ella, apartar el resto del mundo y sus problemas sin solución y decirle viéndola a los ojos “hola, ¿Cómo has estado?” y que responda, no pido nada más. Es por eso que se me ha olvidado hablar, por andar pensando y pensando en ese momento que a este paso no va a llegar nunca.

Dicen que tengo muchos nombres dependiendo de con  quién me encuentre, yo digo que es el mismo disfrazado con una máscara. A veces me encuentro a personas en la calle que me saludan sin que yo los reconozca, levanto la mano y les ofrezco una sonrisa hipócrita, es lo mínimo que puedo darles a aquellos que recuerdan mi imagen con más claridad que yo mismo. Luego me encierro para darme cuenta que aún no sé cómo me veo, que me estoy volviendo loco, y que tal vez ella no me habla porque efectivamente soy una cucaracha que emana pus. Estoy seguro que en este momento está lloviendo, que en algún lugar del globo terrestre alguien llora porque le acaban de romper el corazón, un bebé está saliendo del vientre de su madre, y ella está haciendo cualquier cosa menos pensar en mí. Esa es la vida del desgraciado, planear miles de conversaciones que jamás tendrán lugar, esperando al momento de poner la cabeza en la almohada para verla hablar en otro dialecto. Esos ojos claros que a la distancia se ven tan cálidos, su mirada perdida en el vacío, y otras cinco líneas que salen volando por la ventana del tercer piso del colegio.

Ya todo está planeado, y no hay forma alguna de que me convenzan de no hacerlo. Voy a caminar directo hacia su cuerpo a decirle que se case conmigo, si estuviéramos en algún país del medio oriente gastaría toda mi fortuna en comprarla y tratarla como la diosa que es. Creo que me dirá que no, pero no se preocupen, todo está planeado y va a salir a la perfección. En caso de que no me acepté como esposo pagará muy caro, la secuestrare, ya hice todas las cotizaciones y condiciones con tres miembros de las barras bravas de no recuerdo cual equipo. Cuando esté en mis manos no haré nada, solo la observare durante horas y horas en la oscuridad, viendo cada curva, cada pequeño lunar de su espalda y de sus piernas. Luego le quitare esas hojas que tanto me hacen sufrir y dibujare su cuerpo poco a poco con mi lengua, escuchando los bramidos de su garganta que se confunden entre el placer y el llanto. No la voy a violar, no quiero correr el riesgo de dañar la armonía de su cuerpo con un embarazo a edad prematura, solo sentiré cada textura de su cuerpo, descubriendo cada color que se escondía detrás del arco iris. Me pondré frente a sus ojos y le diré “hola, ¿Cómo has estado?” y ordenaré que la liberen y la lleven a la estación de policía más cercana a que ponga la denuncia. Cuando vengan a buscarme solo encontraran una cucaracha sin pulso en la cama, con un plato sopero que solía estar lleno de somníferos en la mesa de noche, y si se asoman por la ventana de mi cuarto verán todos los avioncitos de papel que describen cada segundo que pasé viendo su cuerpo escultural y su rostro de ángel. Pero ya no importará no encontrármela de nuevo, pues antes de morir habré escrito  con mi sangre lo que me respondió al preguntarle “hola, ¿Cómo has estado?”, y eso es lo que pondrán en mi tumba. “¿Cómo crees gran hijo de puta?” dirá un pedazo de piedra que marca el sitio donde mi cadáver estará encerrado, sonriendo porque ahora el mundo de los sueños es perfecto.

Por: Juan José Cadena D

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