domingo, 10 de junio de 2012

Una Mala Decisión


Se sintió tan desolado al salir de la capsula que ni siquiera miró a su alrededor, caminó sin rumbo alguno, dando círculos por un largo rato antes de recordar que no estaba solo. Se rió sin razón al ver a sus dos compañeros sentados en las escaleras, uno hacia graciosos ruidos de animales inventados mientras el otro pensaba en voz alta muchas conexiones sin sentido. Caminó lentamente hacia ellos, como no queriendo perturbar su imaginación, le tomó una mano a cada uno y les dijo claramente “ya casi llegamos”. Se pararon y subieron los últimos escalones de madera antes de verse diminutos ante la puerta metálica, la tocaron con delicadeza unos segundos antes de abrirla con un esfuerzo inhumano y hallarse en medio de un torbellino de luz que los envolvía y los hacia levitar, todos tomaron direcciones diferentes en la inmensidad.  Llegó sin darse cuenta a estar ante un recuadro, era tan hermoso que le provocaba nauseas y escalofríos verlo por mucho tiempo de seguido, pero siempre que su vista se apartaba para evitar cruzar la frontera entre el enamoramiento y el asco, un anillo rojo titilante retorcía sus ojos hasta situarlos en el punto inicial. Y entre segundo y segundo se fueron consumiendo los miedos que lo atormentaban desde hacia mucho tiempo, fue derrumbando sus problemas de manera lógica uno por uno, como si los estuviera asesinando con un certero disparo de conciencia y lucidez. Y entonces una euforia sin igual se apodero de su alma al darse cuenta que las cadenas de su vida se habían roto, y así debía ser siempre, vivir tranquilo una vida sin sentido, tan solo disfrutando y admirando cada detalle. Todo tan hermoso y tan simple, todo tan tranquilo y tan practico, todo se organizó en su cabeza y sintió algo muy similar a la felicidad, sintió como el fantasma de su muerte dejaba de atemorizarlo y pasaba a ser nada más que un acompañante. Como se burlaba ahora de su pasado, como si todo ahora careciera de sentido y pasara a ser una muestra más de ignorancia, casi negando haber sido así, casi olvidándose de todas las satisfacciones de esa vida tan tranquila.


Ya con los últimos rayos del sol se dio cuenta que no tenía porque seguir en aquel lugar, y de nuevo olvidándose de sus compañeros se propuso bajar por donde había subido. Todo era más largo y ancho, todo ahora se veía de una forma más sensata. Ni siquiera quiso jugar a ser un guerrero indígena al estar en la capsula que ahora parecía eterna, mucho menos quiso dar explicaciones a un par de hormigas ambulantes que sin pena lo miraron a los ojos. Cruzó el umbral que dividía el mundo privado del publico y se encontró frente a frente con tres antiguos maestros ya casi olvidados, con mucho respeto los saludo individualmente dando grandes muestras de gratitud por tanta sabiduría transmitida, aunque en el fondo sabía que no le importaban para nada las ideas mal argumentadas de un trió de vagabundos. Le confiaron una misión que se veía imposible y a cambio le prometieron el poder absoluto sobre los relojes, y de forma desconfiada aceptó con la condición de que lo acompañaran todo lo que les fuera posible. Así partieron los cuatro sabios, rumbo a ese lejano territorio de paz y prosperidad, llenos todos de ilusiones y alegrías que deseaban transmitir, pero todos igual de asustados en su interior. El camino fue corto y las manecillas ni siquiera se tomaron el trabajo de moverse, pero fue tan duro cada paso que el camino se hizo eterno y abrumador. No se pronunció una sola palabra ni se cruzó ninguna mirada, todos tenían su objetivo y solo pensaban en él, incluso evadiendo tantos ojos curiosos de color verde fosforescente que los seguían desde las sombras a cada lado del camino. Los enemigos abundaron aunque solo fueran rayos fugaces que desaparecían sobre sus cabezas, y ni hablar de las estrellas que apostaban entre ellas por cual sería el resultado final de la extraña misión que emprendían estos cuatro vagabundos. 


La misión fue un éxito y esto los dejo a todos complacidos, tan complacido quedo que le dio pena pedir su recompensa, no tenía importancia el manejo del  reloj ahora que sabia mejor que nadie que el tiempo no existe, que es tan solo una serie de algoritmos para medir la utilidad de los objetos y los seres vivos. Celebraron todos de forma distinta sentados en la misma mesa, y se miraban constantemente para ver la sonrisa de los otros, trataron en un par de ocasiones de interactuar pero al fallar optaron por hacer esos recorridos mentales solos, a veces resulta mucho más reconfortante. El viaje de vuelta fue rápido e imperceptible, también sin palabras y lleno de sombras, pero ya habiendo vencido en semejante misión, esos obstáculos se veían como un grupo de bebés inofensivos. Los tres maestros le ofrecieron que los acompañara por toda la eternidad, envolviéndose en la  belleza del mundo y acariciando con todo su cuerpo la perfección, pero respondió de forma negativa pues sabía que su vida, aun siendo mortal, valía más que todos ellos juntos, y con un gesto de la mano los despidió para no verlos nunca más.   Cuando se fueron de su vista se burlo largo rato de aquella aventura tan extraña, y se prometió jamás repetir algo semejante.


Tras un par de enfrentamientos con la realidad amenazante se reencontró con uno de sus compañeros iníciales sentado en el borde de un precipicio, parecía que lloraba pero en verdad nunca supo porque ni se tomó el tiempo de averiguarlo, solo lo haló de un brazo y le contó su viaje, exageró algunos detalles para que su compañero se sintiera orgulloso de conocerlo, y dio resultado. Su compañero también le relató un par de aventuras que había vivido en su ausencia y le expuso una teoría sobre la inexistencia de la humanidad. Debatieron intensamente hasta terminar gritándose y tirándose puños, y luego se miraron a los ojos y en medio de carcajadas se abrazaron para decidir que no volverían a tocar el tema.

La conciencia de ambos los seguía de cerca y vigilaba cada uno de sus movimientos, los cuidaba con un cariño que solo es comparable con el de un dios, y en más de una ocasión los salvó de una muerte que se veía inminente. Pero todos tienen una dosis de ingratitud en sus cuerpos, y por eso nadie fue capaz de agradecerle, simplemente asumieron su presencia como una condición y no se dieron cuenta de cuanto había hecho por ellos, siempre presente y poniendo la cara. La conciencia aun sabiendo esto siguió haciendo su labor, no por obligación como hacen muchos, sino  por amor, por ese amor que tanto hace falta para poder cambiar el mundo. Y así de forma desinteresada este ser los guió hasta una zona segura donde podían estar tranquilos, aun haciendo los actos más extravagantes y atrevidos nadie podría herirlos, y esto era lo que más le importaba a la conciencia siempre presente, ver sus sonrisas dibujadas por los siglos venideros. Ahora bajó el manto de la seguridad se dignaron a dormir tras muchas jornadas, ya estaban muy cansados y por esta razón no debía costarles trabajo alguno entrar en ese mundo tan personal de los sueños.


 Vio con envidia como su compañero se quedaba dormido y siguió dando vueltas en la cama dura y pequeña. Su cerebro no se silenciaba con nada, y no dejaba de escuchar los gritos de sufrimiento de cada persona del universo. Sangre, carne y huesos veía volar por todas partes, las sombras se volvían manos que lo señalaban de forma amenazante, y ni siquiera la conciencia siempre presente pudo hacer algo para evitar tal martirio. Se imaginó flotando en un rio, bocarriba, viendo como cada gota de sangre cubría los cielos y los gritos desesperados penetraban sus oídos. Gritó y abrió los ojos de forma repentina, ahora todo estaba claro, por fin se había dado cuenta de lo que debía hacer para encontrar su felicidad. No volvería  a vivir las vidas de los demás, viviría solo para él, y caería mil veces si era necesario para alcanzar sus propósitos, eso haría de ahora en adelante. Al aceptarlo, todo el sufrimiento, la sangre y las sombras desaparecieron. Siguió reflexionado sobre los cambios inmediatos de su vida hasta quedarse dormido no mucho tiempo después. Aquella noche soñó que al despertarse todo seguiría igual, porque es muy difícil despertarse siendo alguien diferente, los cambios más grandes siempre son imperceptibles. 


Se despertó tiritando de frio y lo único que encontró fue nostalgia. Todo hasta ese momento ya no era más que una vida pasada.


Por: Juan José Cadena D.

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