En medio del silencio
abrumador y la oscuridad infinita de la madrugada, no hallaba la forma de
silenciar su conciencia. Siempre que sus ojos se cerraban venía a su mente la
imagen de esa calle ya lejana en tiempo y espacio, tan solo iluminada aquella
noche por una farola titilante que amenazaba con dejarlos a la intemperie.
Nunca se miraron, o al menos no al mismo tiempo, si se oyeron tan solo lo saben
las ráfagas del viento moribundas y opacas. Recordaba todo, cada minúsculo
detalle de ese cartel que había observado durante tanto tiempo muerto buscando
distraerse, o al menos fingir hacerlo. Todo era importante, era un dibujo
enmarcado de la belleza de la humanidad en ese momento, y por eso ahora aun
después de tanto lo tenía tan presente. Jamás se hablaron, por lo menos no con
palabras, y sus ojos nunca se vieron reflejados en la infinidad de los rayos
multicolor de los sentimientos ajenos. Y así lo recordaba, con el mismo frio en
su piel y en su pecho, con la misma gota de sudor resbalando lentamente, casi imperceptible,
por su sien izquierda. Y recuerda como dolía
respirar, ese amargo trago de locura, ese temblar de sus músculos, recordaba
sus parpadeos lentos y tristes que proclamaban un futuro incierto, o tal vez no
tan incierto. Quería que fuese incierto, quería saber como olvidar y recordar
lo que había hace tiempo aprendido, quería perderse en los planos
existenciales, voltearse y hablar, hablar claramente hasta que el futuro fuese
incierto. Escuchar y tal vez ser escuchado, sentarse ahí en la misma calle ante
esa luz frágil y compartida para que pasasen siglos, uno tras otro hasta perder
la cuenta, para luego reírse y escuchar de nuevo, escuchar el canto de la risa
para siempre, vivo o muerto, ya estando ahí sentado daba lo mismo respirar.
Se preguntaba como no había
llorado ni gritado furiosamente, no entendía pero no importaba no entender. Se
preguntaba de vez en cuando si alguien entendía algo o si todo era simple
teoría muy bien argumentada. ¿Cómo olvidarlo? ¿Cómo dejar de sentir el calor
helado del silencio prolongado? Ni siquiera se acordaba de su propio nombre o
sus razones, lo único que quedaba en su cabeza
revoloteando indescriptiblemente era esa misma secuencia. Su pasado era
ese momento, su presente recordarlo, y el futuro se volvía el más fiero enemigo
al alejarlo lentamente de esa calle, de aquellos ojos esquivos y de aquellos
gestos solitarios, alejándolo de todo lo que le había llegado a importarle
alguna vez en esa vida sucia y miserable.
Y por más que luchaba no
olvidaba lo único que valía la pena desechar, ese oscuro momento en que la
tenue luz de la calle dio un brinco estruendoso y los dejo volando en el vacio.
Quedaron nadando en el espacio sombrío, deslizándose con suavidad entre la
nada. Quedaron plasmados tan cerca que casi se sentían, sin tocarse sintieron
cada vertebra, cada suspiro y cada musculo del otro, frente a frente se
observaron con suavidad, palpándose eternamente en un segundo. ¿Paso en verdad?
No hay forma alguna de asegurarlo, pudo ser tan solo un sueño muy lucido. Y cuando
al fin se lanzó hacia aquello que mataba
dándole razones para vivir se encontró sin nada más que el frio aire
entre sus manos. Manoteó desesperadamente en toda dirección hasta caer de
rodillas al suelo, se desplazo a gatas sin importarle sus heridas, buscándola
sin esperanza alguna en la nada, llorando. Y entre lágrimas y sangre cayó
tendido en las tinieblas, tan patético como siempre, tan patético como se
hallaba ahora mismo en la habitación donde los primeros rayos del sol empezaban
a vislumbrarse por la ventana.
Por: Juan José Cadena D.
No hay comentarios:
Publicar un comentario