jueves, 12 de mayo de 2016

¿Tres?

Tres personas,
Fueron tres personas,
En la misma tarde
Y con pocas horas
De diferencia.
La primera era rubia,
De labios delgados,
De piernas largas;
La primera era risueña,
Se notaba indecisa y
Con algún asomo de
Confusión en sus
Pobladas cejas,
Yo la observaba
Distante,
Sin ganas de
Introducirla en mi mundo,
Sin ganas de reconocerla
En los pasillos cada dos
O tres semanas,
Sin ganas de generar
En un par de horas la
Complicidad que a veces
Nunca llega y nos deja
Esperando en la orilla
La serendipia que me
Saque del cíclico encanto
De unos besos que saben
A sonambulismo;
La primera me miraba,
Me miraba con la desolada
Certeza de un pasado
Irremediable en el que
Ya se habían escrito las
Mejores páginas y aún
No se hallaba el interés
En ningún rincón,
Me miraba con desgana,
Con el vago disimulo de
Quien cubre la obscenidad
Con las promesas que
Se hizo cuando era una
Niña y el mundo seguía
Girando a su alrededor,
Dando vueltas y vueltas
Sin tiempo para mareos
Sosos o para vomitar por
El balcón y quedarse
Mirando el líquido verdoso
Contorsionarse,
Despreciarse,
Reinventarse a cada instante
Como la eterna promesa
Iridiscente que alguna vez
Fue y sigue siendo en sus
Ratos libres frente al espejo
Sin dejar de lado esa dosis
Irreverente de perturbación
Por lo que pudo ser.

La segunda era delgada,
De cabello corto,
De rasgos suaves,
De expresiones fuertes;
La segunda era el enigma
Que prometían sus perforaciones,
Sus pasos alargados,
Sus ojos más expresivos que
La misma desnudez,
Sus movimientos,
Sus espontaneidades;
La segunda me ignoraba
Mientras yo fingía ignorarla
Y lo hacía bastante bien,
Nuestras miradas se cruzaban
En el jugueteo amorfo de
La curiosidad y se retaban
En un campo sin reglamento
En el que siempre parecía
Salir perdedor por decisión
Unánime de un jurado
Conformado por
Sus manos,
Sus tatuajes
Sus zapatos deportivos,
Perdedor que no juega
Pero sigue perdiendo
Y se sigue sintiendo
Como un perdedor,
Perdedor que no acepta
La frialdad como respuesta
Ante la nada y busca la
Manera de encontrar
Un oasis de palabras
En el silencio de sus
Alargados labios;
La segunda me hablaba
Con la suavidad con la que
Se derrumba el onírico
Edificio de los recuerdos
Que no pasaron,
Con la temeridad de
Las últimas frases,
Con la intención ambivalente
De quien no se conoce
Lo suficiente a sí mismo
Para verse al espejo más
De dos horas sin sentir
Impulsos asesinos,
Depresivos,
Egolátricos,
Abstractos,
Suicidas desde la pasividad
Misma de sus detalles,
De sus chaquetas llenas de
Estampados propios,
De sus gafas de sol
A media noche,
De sus ruedas que
La llevan a cualquier parte
Un martes en la tarde o
Un viernes en la noche
Si es el caso y logra
Burlar la triquiñuela diaria
De su propia depresión
Que la hace hablar y
Hablar sin parar cuando
Hace tiempo que no la
Escucho y tengo mi
Absoluta concentración
En su pequeña nariz
Y sus alongados labios.

La tercera ni siquiera existe
Y de seguro por eso es
Mi favorita sin punto
De comparación;
La tercera es el cigarrillo
Encendido a las tres de
La tarde con el tráfico
Deambulando frente a
Mi ventana abierta,
La lluvia que se filtra
Entre mis dedos y cae
A cuentagotas en mis pies,
La burla reiterativa a las
Historias de amor que
No terminan y parecen
Estar condenadas a
Repetirse sin motivo
O avance aparente
Y utilizan las artes
Para justificar su
Milenario absurdo;
La tercera no existe
Y por eso la conocí
Un poco aquella tarde,
No existe y por eso pude
Utilizar su carro,
Bañarme en su casa,
Robarle su encendedor;
Por su misma inexistencia
Pude observarla,
Olerla,
Escucharla,
Palparla sin
Remordimiento
Alguno,
Estar tranquilo,
Ser feliz.

Fueron tres,
Maldita sea,
Sí que fueron tres
Aquella tarde.

Por: Juan José Cadena D.


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