No sé muy bien por qué sigo hablando,
es uno de eso días en que los pensamientos se transforman irremediablemente en
palabras y no hay papel y lápiz que den a vasto. De seguro todo guarda algún
sentido, pero para serles sincero no me interesa en lo más mínimo siquiera
pensarlo. Para mí las palabras no son más que palabras si no quiero que sean
nada más. Si hablamos de lo habitual les
puedo decir que son apenas un poco más que nada, pero hoy son simples silabas
que se distorsionan y caen en picada sobre una nube blanca que las absorbe. De
seguro solo me mira para mantener su vista fija y evitar distracciones, yo no
sé, sigo hablando y hablando esperando que nadie intente escucharme, que hagan
lo que solemos hacer todos cuando entablamos una conversación, esperar con
paciencia nuestro turno de expresarnos. Nunca pude llegar a un acuerdo por
simple terquedad, y la verdad no me pesa, es más bien un orgullo reírse de tus
propios errores, sabiendo que estás condenado a repetirlos una y otra vez hasta
que todo se vaya. Los cambios suelen estar entrelazados con un poco de nostalgia
y ganas de volver atrás, de repetir, de seguir en el equilibrio putrefacto en
el que te encontrabas. A veces me escapo por simple rebeldía de mis sueños y
mis sentidos, me quedo sentado, viendo mi cuerpo desde la comodidad de un
palacio de cristal que nadie aguanta, todos no hacen más que criticar, y la
respuesta suele tener algo que ver con la palabra “envidia”, típica discusión de
gente que no tiene nada mejor que hacer que quedarse viendo los unos a los
otros para compararse. Hoy todo se ve tranquilo aunque las olas golpeen sin misericordia
las entrañas de la humanidad, todos nos vemos alegres mientras un barco
invisible nos aplasta contra el suelo gritándonos que somos mortales. Siempre
termina siendo el mismo ciclo, todo acaba y todo termina, si nada terminara no
habría razón alguna para que los nacimientos existieran, y casi nadie entiende
que todo fue diseñado para que nos sintamos poderosos en medio de penumbras que
nos superan en fuerza y altura. Logré escaparme un solo minuto que pareció
durar un par de años, relajación fingida en un rostro que se ve moldeado por la
demencia, no vayan a preguntar por qué, es lo único que les pido en este momento.
Que me fui y me quede al mismo tiempo, que el sol me estalló en la cara y me
desfiguró un poco más, dejándome frente a un espejo subjetivo que sube y baja.
No quiero hablar pero mis labios se mueven, allá al fondo se ve un rayo dorado
que se despide sin haber saludado nunca, pasa más a menudo de lo que puedan
llegar a imaginarse. Pero ya me cansé de todo, un beso y dos mundos que se
quebrantan, es probable que esto dure para siempre, irreconciliable. Por ahora
solo estoy en condiciones de sentarme y pensar, haciendo un esfuerzo enorme por
acarrear mis males en silencio. Todo se apagó y no me queda más que sonreír de
nuevo y decirles a todos cuanto los quiero con la mano derecha sobre el
corazón.
Por: Juan José Cadena D.
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