Observo, respiro… sigo
respirando mientras caminas en silencio. Lejos, luego un poco nada más, al rato
tan cerca que siento sus partículas entrar en mis cavidades nasales, huele un
poco a calle a las dos de la mañana con muertos deambulando a ambos lados del
camino. Líneas verdes y rojas que se entrelazan, vacio total, intento de
sabiduría que no llega a ser más que ráfagas de viento. Las ondas nos golpean,
no soy yo, somos todos sintiendo una serie de patadas que nos obligan a
arrastrarnos y suplicar un poco de piedad. Arriba, siga, sigo, seguimos, nadie
se puede quedar atrás porque atrás no queda más que el tiempo, y si el tiempo
no existe los muertos tampoco. Fuerza de tu parte, mascara, mentira y engaño,
una serie de claroscuros que se desnudan sobre tu cabellera derritiendo esa
sonrisa hipócrita que tanto te caracteriza, típico. Guerreros que no se mueven
pero igual ganan, agrícolas que malgastaron sus manos en un par de tiros sin
blanco fijo, acentos imitados por excelentes participantes, todos siempre terminan
aplaudiendo aunque no sea merecido. Bulla, demasiada bulla desfilando por las
vigas de madera, por los ventanales desajustados y el suelo que se extiende
hasta el infinito. Estrella fugaz que apaga todo y no deja más que una
habitación llena de cantos silenciosos, rabia y putrefacción. Luego todo
desaparece en medio de las nubes terrestres, todo se vuelve un poco realidad,
un poco palpable y un poco eterno, pero claro que no, claro que todo sigue
siendo tan innecesario como siempre. Contraste de temperaturas con los pies
flotando, te ves un poco borrosa, indefinida, un boceto que parece tener futuro
pero quién sabe, mejor no me meto en esos cuentos y sigo estallando las
palpitaciones para distraer mi mente. El desconcierto que suele llenar el espacio
de tiempo y el tiempo de espacio, el hambre de sentir y decirlo, el sueño de
poder dormir tranquilo y aliviado, todo junto y al mismo tiempo quebrantado,
como un rompecabezas, como la vida ajena, como todo y como nada. Círculo,
observo, respiro… sigo respirando mientras tu figura se arrastra llena de
vacilaciones, luego caes en un abismo dando vueltas y vueltas, jugando a que el
suelo y espacio terminan siendo lo mismo si giras con suficiente velocidad, te
detienes, te ríes y te vuelves a caer para decir que no sabías lo que pasaría.
El reloj da vueltas, no te mueves pero tus labios sí, a lo mejor ya no me importa, o al menos eso creo, la
verdad ni siquiera creo creer que entiendo mis creencias porque me parecen complicadas,
entonces mejor hago al que no le importa y sigo respirando, respirando y
observando, observándote. Al final ya no importas, solo eres un milisegundo que
se transporta en el universo, una sumatoria de fracasos y de sueños
quebrantados por la realidad. Rio, ríes, salto, salto, salto y saltas,
saltamos… todos terminamos muriendo de una manera o la otra.
Por: Juan José Cadena D.
No hay comentarios:
Publicar un comentario