La última
vez que morí era martes por la tarde
Y lo
vi sin remordimiento alguno desde un balcón.
Recuerdo
la carne triturada en el suelo,
El olor
metálico que se atoraba en la garganta,
Sombras
que corrían sin rumbo fijo, sin coordinación.
Era
muy temprano y nadie habitaba las calles,
El cielo
se me escurría entre los párpados
Mientras
el campo se llenaba de payasos alegres
Y sentía
el palpitar de mis músculos corriendo.
Me gusta
el sentimiento cuando nadie me entierra
Y de
seguro es porque no pasa muy seguido.
Me gusta
la putrefacción emergente en el aire,
Los gritos
enfrascados en un iris inquieto y juguetón,
Caer
de espaldas con la vista en un punto fijo
Que te
observa con una negligencia insoportable.
Me
gusta perderme en el vacío retorcido
Que se
crea en un espacio lleno de incomodidades,
Multiversos
incomprendidos,
Secretos
yuxtapuestos.
Secretos,
Murmullos
escoltados por un par de labios pálidos
Que hacen
un pacto indiferente y no dan más;
Estrepitosos
tumbos en una habitación oscura.
Puerta
sellada,
Caminantes
que la ignoran,
Crecientes
ganas de mover los brazos,
Inexorable
destino de quien nunca respiró.
Siento
la piel helada y parece ser que no me importa
Mientras
el pináculo de mi existencia se me hace esquivo,
Mientras
me impregno de una humanidad inútil
Que dispara
canciones sin sentido en todas direcciones;
Estoy
un tanto harto de morir entre quimeras mediocres,
De ahogarme
en los manantiales más calmos y cristalinos,
De deambular
entre gusanos incoherentes e insensatos.
Tal
vez por ser instrumento de bajo calibre
Cohabito
las arenas más oxidadas e innecesarias
Del desierto menos conocido,
Soy
un garabato transicional dibujado en un cuaderno,
La esencia
irracional que es capaz de juzgarse
Y con
sin igual vehemencia arrasa los jardines.
Ya
se me cayó el techo,
Ya fui
atropellado,
Ya me
ahogué,
Me incendié,
Exploté,
Me caí,
Me accidente,
Estuve
enfermo,
Y me
dieron de baja.
Se
acabaron las sorpresas y sigo aquí sentado,
La
emoción se fue esfumando ante la eternidad
Que palpita
frente a esa desnuda y amarga silueta;
Y
solo quedan habladurías incoloras,
El sinsabor
de un insípido letrero,
Un
absurdo recién nacido entre lágrimas
Esperando
su turno para agonizar,
Para
ver sus sueños arder,
Para
existir.
Por:
Juan José Cadena D.